Me llamo Celeste y con 15 años sufrí cáncer de ovario, a raíz del cual perdí un ovario y una Trompa de Falopio.

Todo empezó con molestias y una fuerte hinchazón abdominal que día a día iba en aumento. Comencé a tener problemas de estreñimiento y dificultades para orinar. Todas las semanas terminaba en Urgencias, atendida por médicos que achacaban mis dolores a gases, y dándome como solución el aumento de fibra en mi dieta. Por otra parte, mi médico de cabecera nunca quiso realizarme ninguna prueba. Únicamente me recetaba enemas para el estreñimiento y Monurol, un medicamento para tratar la infección de orina. Hasta llegaron a pensar que todo esto eran cosas de la edad y lo hacía para llamar la atención.

Pasados dos meses no pude más. Le volví a pedir a mi padre que me llevase a Urgencias y, tras tener que tumbarme en el suelo del dolor, me sondaron. De casualidad, uno de los profesionales del centro pasó a mi lado y vio que la bolsa estaba llena de líquido, pero mi barriga seguía igual, por lo que propuso realizarme una ecografía. Recuerdo que mientras me realizaban esta prueba, los médicos empezaron a mirarse entre ellos con cara de preocupación. El resultado fue que tenía un tumor de 20 cm y casi 2 kg, que me obstruía el intestino y la vejiga. Me llevaron en ambulancia a otro hospital, en el que estuve ingresada durante dos meses y me extrajeron un ovario y una Trompa de Falopio.

Hoy tengo 24 años y afortunadamente estoy recuperada, pero siento que en ese momento no se me prestó la atención suficiente y necesaria, probablemente por ser una niña de 15 años. Me sentí completamente invalidada por mi edad, algo que, probablemente, no hubiese pasado si la investigación de este tipo de cáncer fuese mayor.

Por ello, me dirijo a los diputados del Parlamento de Galicia, con el objetivo de que aumenten la investigación del cáncer ginecológico, tanto para su tratamiento, como para un diagnóstico precoz y sin depender de la edad de la paciente.