Me llamo Fátima, vivo en Pontevedra y he trabajado como veterinaria por 15 años. Desde que tengo uso de razón, he querido dedicarme al cuidado de los animales. Es una profesión muy vocacional, ya que nos dedicamos a esto por amor a los animales, pero en la realidad nos enfrentamos a las críticas de los propietarios, al burnout y una altísima tasa de suicidios. El desgaste emocional de este trabajo es muy grande, porque nos implicamos completamente con el bienestar de los pacientes y, muchas veces, la gente no lo comprende.

El 2012, el sector sufrió un fuerte golpe cuando el IVA veterinario subió de un 8 a un 21%. Fue una bofetada tremenda para todas las clínicas y profesionales, y nosotros tuvimos que asumir el coste, ya que si no mantenemos los precios muchos propietarios no vienen. Actualmente, se nos sigue considerando un servicio de lujo, mientras el resto de las profesiones sanitarias están completamente exentas de IVA. 

Todos los veterinarios cargamos con el aumento en el IVA. Por esto, hago un llamado a los miembros del Senado para que se reduzca de manera inmediata este coste. Solo así, se podrá asegurar una estabilidad económica a los profesionales veterinarios y un acceso real a la atención sanitaria de los animales.

El IVA veterinario perjudica a los profesionales, pero también a los propios animales y su acceso al tratamiento. Tener una mascota no es solo darles agua y comida, es cuidarlos, considerarlos familia y seres sintientes. No podremos mantener los precios y ser sostenibles económicamente por mucho tiempo más. 

¡Es hora que nos escuchen!