Pregunta para Parlamento de Catalunya
La mastectomía en hombres trans no es ningún capricho, hay gente que incluso se acaba suicidando por no poder soportar esperas interminables. ¿Cuándo aumentará el número de estas intervenciones, para así agilizar las listas de espera?
Me llamo Ferrán, soy de Terrassa (Barcelona), tengo 21 años y soy un chico trans. Empecé mi transición a los 17 años, después de una etapa muy dura en mi vida. Mi madre falleció cuando tenía 12 años, sufrí maltrato en el ámbito intrafamiliar y estuve viviendo en un centro de menores hasta la mayoría de edad.
Estaba en un centro de monjas, donde todas eran chicas menos yo. Al no tener ningún referente ni ninguna información, me sentía muy fuera de lugar. Yo siempre me había sentido un chico, y necesitaba alguien que me ayudara y me orientara, así que acudí a Trànsit, el servicio público de atención a la salud de personas trans de Catalunya.
Allí me sentí escuchado y comprendido, me asesoraron y me explicaron las opciones que tenía. En aquel momento era menor de 16 años y no podía empezar a hormonarme sin el consentimiento de una persona adulta. Desde Trànsit hablaron con las encargadas del centro, pero ellas nunca aceptaron que fuera un chico trans. Insistían en que era una etapa, que en realidad lo que me pasaba es que era lesbiana, pero no transexual, que ya se me pasaría… lo típico.
Por suerte, mis compañeras estuvieron a mi lado en todo momento, me llamaron Ferrán desde el minuto 1. También en el instituto decidí abrirme a toda la clase, exponiéndome a todo el bullying que podría haber sufrido por transfobia. En lugar de eso, todo el mundo se pudo a aplaudir, fue un momento muy emocionante.
Finalmente empecé a hormonarme a los 17 años pero, gracias al asesoramiento de Trànsit, ya había entrado en lista de espera para una mastectomía (extirpación de las mamas) por la sanidad pública. Seis años más tarde, hace tan solo cuatro meses, por fin me operaron en el Hospital Clínic de Barcelona.
En mi caso, tuve bastantes complicaciones. Al día siguiente de la intervención, podía moverme y caminar, pero se me hizo un hematoma y, en cuanto lo vio el cirujano, me dijo que tenía que volver a quirófano de inmediato, así que tuve dos operaciones seguidas en dos días. La segunda sí me dejó hecho polvo, quedándome en el hospital 10 días. Incluso tuvieron que drenarme un pectoral, perdiendo mucha sangre, por lo que necesité una transfusión. Con esto quiero aprovechar para recordar la importancia de donar sangre.
Han pasado cuatro meses desde la operación y sigo con muchos cuidados diarios y mucha vigilancia. Visto desde fuera puede parecer algo sencillo, pero es una zona delicada, con muchas venas, con el tejido mamario, por lo que hay que vigilar muchísimo. A pesar de todo lo que he pasado, es la mejor decisión que he podido tomar en toda mi vida.
En Catalunya, se hacen 135 mastectomías al año en personas trans, con una lista de espera de 10 años. Yo me pasé seis años poniéndome camisetas compresoras, seis veranos llevando roba de baño que me cubriera los pechos, aguantando las miradas. Por suerte, pude reunir las fuerzas para aguantar hasta llegar aquí, pero también hay muchos otros que no lo pueden soportar y acaban quitándose la vida.
Ante esto, quiero dirigirme a los miembros del Parlament de Catalunya, ya que soy de Catalunya y son mis representantes en dicha cámara, para que aumenten el número de mastectomías a personas trans, y así agilizar las listas de espera.
Espero que mi testimonio sirva para que vean que este tipo de intervención no es ningún capricho. Es un proceso que no es nada fácil, que a veces conlleva complicaciones como las mías, pero que a la vez supone un cambio en la vida de muchos, que puede incluso llegar a salvársela.