Pregunta para Parlamento de Galicia
He superado un cáncer de mama hormonal invasivo. ¿Por qué no se garantiza un acompañamiento informativo y psicológico a los pacientes de cáncer y a sus familiares y se mejora la inversión destinada a la investigación de la patología en todos sus tipos?
Me llamo Francis, tengo 37 años y junto con mi familia vivo en Galicia. Hace cuatro años que vinimos de Venezuela. Nuestra vida era estable, pero en junio del año pasado, me percaté de que tenía un pequeño bulto en la mama. Yo no tenía ningún otro síntoma que este; no sentía ni dolor ni malestar. Fui al médico y allí me hicieron una ecografía mamaria. El mismo día, después de hacerme la prueba, me derivaron a la unidad de mama del hospital y me hicieron una mamografía y una biopsia. Me citaron, de nuevo, la semana siguiente. Por aquel entonces la pandemia de la Covid-19 estaba en su punto álgido, así que me pareció curioso que me citaran de manera presencial.
Cuando acudí al hospital de nuevo, el lunes día 3 de agosto, los profesionales sanitarios que me atendieron me preguntaron si en mi familia había habido algún caso de cáncer de mama previo. Yo dije que no y fue entonces cuando me informaron de que el tumor que tenía en la mama era maligno. Esta noticia fue un golpe duro para mí; nadie está preparado para que te den una noticia de este calibre. Yo, directamente y por error, asocié la palabra cáncer con muerte y solo pensaba en mis hijos. Entonces, como yo no estaba receptiva, le explicaron a mi marido en que consistirían los siguientes pasos.
Los médicos querían asegurarse de que no hubiera metástasis. Decidieron hacerme estudios y pruebas durante prácticamente un mes; me trataron muy bien y estoy muy agradecida. A finales de agosto, después que los resultados de las pruebas salieran todos negativos, decidieron operarme. Me intervinieron el 15 de septiembre y la operación fue pequeña. Me quitaron el tumor y unos tejidos de alrededor y las glándulas axilares para examinarlas. A los 15 días, volví a la consulta y me informaron que el cáncer era hormonal e invasivo y me dejaron elegir si quería someterme a tratamiento para limpiar y prevenir o si no. Yo decidí que sí, aunque tenía mucho miedo a la quimioterapia. Hay que estar fuerte mentalmente para superar este tratamiento. Me dolieron partes del cuerpo que yo no sabía ni que existían. Estuve seis meses recibiendo quimioterapia y después me hicieron 15 sesiones de radioterapia.
Yo no podía trabajar. Mi marido se ha hecho cargo, durante todo el proceso de enfermedad, de nuestros hijos, de la casa y del trabajo. Esto a mí me hacía sentir mal. El cáncer es tabú y es una enfermedad estigmatizada. Le tenemos miedo porque lo relacionamos con la muerte, y esta relación no es cierta. Todo nos salió bien Gracias a Dios, somos muy creyentes y la fe nos ayudó a mantenernos fuertes; cada vez que estaba recibiendo quimioterapia y necesitaba ir al baño, hacía un baile para animarme a mí misma; lo llamaba: «una quimio, un baile». Esto me servía para animarme y confiar en que todo iría bien; y que tenia que llevar la situación lo mejor posible. En estos momentos estoy sana, terminé con los tratamientos y ahora mismo solo tomo una pastilla que tendré que tomar por cinco años y que regula mis hormonas; tengo una menopausia química inducida.
Estoy muy agradecida con el servicio que se me ha brindado por parte de la Seguridad Social durante todo el proceso de enfermedad. Creo que es necesario que casos como el mío se visibilicen; ya sea para ayudar a la población que padece una enfermedad como la que padecí yo o a sus familiares, como para que las instituciones puedan gestionar carencias que la gente que vive el proceso en primera persona detecta. Considero que es imprescindible que entre todos se empiece a empatizar con el fin de sumar visibilidad al cáncer y poder normalizarlo.