Tenemos que hacer campañas en las que se vean estos otros tipos de violencia hacia la mujer.
La violencia machista es cualquier agresión sexual, no solo la violación, que es terrible. Que te digan algo por la calle o te toquen una parte del cuerpo sin que tú hayas querido son agresiones sexuales y hay que dejarlo claro. Por eso tenemos que hacer campañas en las que se vean estos otros tipos de violencia hacia la mujer. Por ejemplo, la violencia económica o la violencia psicológica -un tipo violencia terrible porque no deja marcas físicas pero sí psicológicas muy muy difíciles de curar-.
Desde el punto de vista de la educación hay que hacer campañas. Y en este sentido, he conseguido que se apruebe en el Parlament que la Generalitat haga campaña para que la gente entienda que la violencia machista no es solo una bofetada, una paliza… Si no que la violencia machista es también cualquier agresión sexual y cualquier agresión sexual.
Me parece muy importante la visibilización de esta cuestión porque de verdad yo creo que hay muchos hombres machistas que piensan que una mujer estará encantada que le digan cosas por la calle… Y ya está bien que se enteren de que no, de que no nos gusta que nos digan cosas en la calle que lo que queremos es poder ir tranquilas hasta casa.
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Me llamo Hadda, soy de Barcelona y tengo 27 años. Como todas, he sido víctima de acoso sexual en la calle y otros espacios públicos. La primera vez que recuerdo haberlo sufrido iba a 6º de Primaria, por lo que tendría unos 11 ò 12 años. Iba por la calle volviendo para mi casa, cuando unos hombres de la obra, de entre 30 y 40 años, empezaron a tirarme piropos muy desagradables, como “lo que te haría ahora mismo si bajara…”.
Ninguna mujer debería oír nada de eso, pero mucho menos una niña. No me podía creer que me tuviera que tocar oír comentarios como este. Seguí caminando sin decir nada, con la cabeza agachada y sintiéndome muy violentada.
Con los años, fui hartándome de todo el acoso que recibía, hasta que decidí dejar de callármelo. Recuerdo una vez, con 14 años, que insulté a uno de la obra que me había increpado. Tuve que salir corriendo porque me persiguió, quería hacerme daño. He llegado a pasar miedo, pero nadie tiene el derecho a intimidarme ni a faltarme al respeto.
Aun así, por mi experiencia, he visto que los acosadores se crecen a medida que nos callamos y nos hacemos pequeñas. Sin embargo, si les respondemos, son ellos quienes se quedan bloqueados. Es entonces cuando pasan de lanzarnos “piropos” a insultarnos, lo que demuestra que lo que no soportan es que no seamos sumisas.
Por eso yo siempre soy partidaria de responder, de no quedarme callada, no dejar que me falten al respeto. Aun así, depende mucho del contexto, tanto por la situación en sí (no es lo mismo estar rodeada de gente que estar sola) como por la situación personal de cada una (edad, experiencia, reacción en el momento…).
Sea como sea, lo que está claro es que, ante una situación de acoso o abuso sexual, la culpa nunca es de la víctima: ni por la ropa que llevaba, ni por haber sido amable, ni por ir sola por la calle, ni por haber bebido. La culpa es siempre del agresor, y es algo que muchas veces cuesta recordar, debido al sistema en el que hemos crecido.
Para romper con esta mentalidad, necesitamos trabajar desde la raíz. Por eso quiero dirigirme a las instituciones para pedir que se fomente una educación con perspectiva de género, que fomente la igualdad y el respeto entre todos, pero sobre todo hacia las niñas, adolescentes y mujeres. La educación es la mejor herramienta de prevención de todo tipo de violencia, prioricémosla.