Me llamo Gloria y, además de convivir con una leucemia linfocítica crónica desde hace tres años, he superado un cáncer de ovario.

En junio de 2019, cuando tenía 45 años, me sometí a una revisión médica a través del seguro de la empresa. Como los resultados salieron alterados, solicité una cita con el área de Hematología de la Seguridad Social. Esta me la daban para septiembre, por lo que volví a hablar con el seguro de la empresa y decidieron realizarme varias pruebas. Finalmente me diagnosticaron una leucemia linfocítica crónica, un tipo de cáncer que avanza muy lentamente, pero no es curable al cien por cien. 

Empecé a someterme a revisiones cada tres meses y, en una de ellas, me dijeron que tenía un quiste en el ovario, pero que no parecía ser nada grave. En cambio, en el mes de diciembre empecé a sentirme muy cansada, a perder peso y a sufrir muchas infecciones. Se lo comenté a mi hematóloga, aunque no me hizo mucho caso, y pasado un tiempo conseguí que me realizasen un TAC en el que vieron que tenía quistes en la vesícula, en el riñón y en el ovario. A continuación me dijeron que tenía otro cáncer, pero no podían determinar dónde.

Regresé a mi médico de cabecera y este me derivó al ginecólogo. Tras realizarme varias pruebas me confirmó que padecía un cáncer de ovario. Me practicaron una laparatomía y, pasados 20 días, empecé a recibir un tratamiento de quimioterapia dividido en seis ciclos. 

Aunque por suerte ya estoy recuperada del cáncer de ovario y la leucemia parece estar controlada, considero que en hematología no le dieron la suficiente importancia a los síntomas que presentaba, incluso a pesar de tener muchos antecedentes de cáncer en mi familia.

Por ello, con esta iniciativa pido al Parlamento de Andalucía que destine más recursos a la investigación del cáncer y a su diagnóstico precoz, que empiece por actuar de manera eficiente ante los primeros síntomas.