¿Después de 35 años en política, crees que el futuro político de este país pertenece a los nuevos partidos?
Hay dos tipos de política y de políticos. Los que manejan presupuestos, esos no deben estar más de ocho años; y los que manejan la palabra (parlamentarios), estos pueden estar toda una vida si ésta es de servicio y no de poltronerismo. Echemos la vista a partidos de larga tradición democrática y es lo que sucede.
Porque parto de la base de que la política es necesaria y de que es buena si se hace bien y para todos. Tras ella hay una verdadera vocación y si, además, venimos de una época irrepetible como fue la del franquismo, que te obligaba a mojarte y no sabías lo que te podía pasar, esto me gustaría que fuera un factor a la hora de analizar la política y los políticos. Ya sé que los de ahora no tuvieron este condicionante, pero nosotros sí.
La Constitución habla de monarquía parlamentaria, no de monarquía bipartidaria. Hemos tenido una monarquía protegida por la censura y un bipartidismo que ha funcionado como partido único en relación con los nacionalismos y con el cambio de la Constitución en una semana para ponernos un techo de gasto. Nos dicen que con las cosas de comer no se juega, y estas cosas de comer a la que les llaman "Cuestión de Estado" y que no aparecen en la Constitución suelen ser referidas a "la unidad de la patria, al ejército y al poder económico", con lo demás se puede jugar.
Mi experiencia parlamentaria me dice que el Parlamento no controla absolutamente nada, quien lo hace y condiciona es el partido de Gobierno salvo que la prensa y el delito sean tan evidentes que hacen cambiar al Gobierno un poco, pero esto muy pocas veces sucede.
En relación a la nueva forma de hacer política gracias a una sociedad más despierta y renovada y con unos medios técnicos que antes no se tenían, solo decir que sigue haciendo falta una sociedad con músculo, comprometida y dispuesta a no dejarse avasallar. Hace falta más formación, menos comodidad y más compromiso.
Los partidos han de cambiar sustancialmente y el electo ha de tener más preocupación por su electorado que por sus jefes partidarios, pero para eso habría que cambiar la ley electoral. Y no solo hacen falta listas abiertas, el Senado las tiene pero no sirven para nada, sino que hace falta que la gente se dé cuenta de que la política es una entrega, una vocación, y no una profesión.
Los partidos son una marca y se renuevan con el tiempo. Los nuevos partidos solo obedecen a que los viejos no se han adaptado. En Euskadi eso no ha sucedido. Seguimos las cuatro patas de la mesa de 1977, sosteniendo la misma mesa porque el electorado sabe quién le representa. Y solo pediría unos medios de comunicación públicos más volcados en buena información política y no en la actual extenuante y extraordinaria información deportiva y una justicia independiente que lo sea de verdad y no ésta que tenemos, criticada por el propio Fiscal general por lenta, sin medios y sin acceso a los núcleos del delito. Todo esto cambiaría de pe a pa el actual panorama.
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Después de 35 años de monarquía parlamentaria, con apenas sólo dos protagonistas en la alternancia de poder, y en el contexto socioeconómico actual, la regeneración de partidos y protagonistas será la que marque el futuro de la política, o los dos grandes partidos seguirán siendo capaces de mantener el protagonismo y así el poder.