Pregunta para Parlamento de Andalucía
Mi nombre es Irene, y cuando tenía 14 años fui diagnosticada de un cáncer de hígado muy agresivo. ¿Cuándo dejarán los médicos de atención primaria de dar por hecho que, por ser muy joven, no se puede padecer cáncer?
Desde pequeña siempre tuve muchos problemas de cólicos, dolores de barriga, gases en exceso y demás cuestiones gastrointestinales. El problema es que estos dolores de estómago se volvieron insoportables y me impedían hacer mi vida con normalidad. Por ejemplo, cuando terminaba de comer siempre me dolía mucho el estómago. Con el tiempo perdí muchísimo peso y llegué a ponerme amarilla.
Mis padres me llevaban continuamente al médico, y la respuesta que siempre me daban era que no era nada importante, que no nos preocupáramos, pero los dolores fueron a más, y ya lo último que me ocurrió fue que me encontré un bulto saliente de tamaño considerable en la zona del hígado.
Cuando acudí a la médica de cabecera por el bulto, me volvió a decir que no era nada, que sería un músculo muy desarrollado, pero en cuestión de días empeoré muchísimo y mi madre tuvo que pelearse con la médica para que me mandara al especialista. Aquella vez cedió, y cuando por fin me derivaron al especialista para la ecografía, el mismo ecógrafo me hizo salir de la sala para contarles a mis padres lo que me habían visto.
En ese mismo día acudí al de digestivo, y durante aquella semana todo fueron pruebas médicas y visitar a un especialista tras otro. Ya con un tag me vieron que tenía un tumor primario de 13 cm que se había reproducido en metástasis con otros 13 tumores. Ese mismo médico en el Hospital Clínico de Granada les comunicó a mis padres que no había nada que hacer y que no cederían a operarme.
Por suerte mis padres conocían a un médico de digestivo en el hospital Ruiz de Alba, también en Granada, y fue él quién convenció al equipo para que, finalmente, me operaran. La intervención duró 11 horas, e hicieron a mis padres firmar un consentimiento de que, en el caso de que muriera en quirófano, los médicos no tendrían responsabilidades.
Durante la operación iban viendo que, conforme más avanzaba la intervención, más hígado debían retirar, y tuvieron incluso que pedir una máquina a EEUU. Terminé con solo un 25% de hígado, y estuve ingresada hasta que el hígado empezara a funcionar. También avisaron a mis padres de que, posiblemente, el hígado no llegara a arrancar nunca (dándome por muerta), pero a los dos días después de la intervención, el hígado comenzó a funcionar.
Al concluir con el proceso quirúrgico, fui derivada al oncólogo y al endocrino, debido a que se trataba de un cáncer hormonal. El endocrino nos dio otra mala noticia, y es que, al tratarse de una patología hormonal, probablemente se me reprodujera sucesivamente a lo largo de los años.
Él nos confesó que era la primera vez que veía un caso así, y que todo lo que podía decirnos era la escasa información que tenía. También nos comunicaron que, muy posiblemente, yo ya había nacido con aquel cáncer o al menos con las células cancerígenas que me provocaron aquel tumor.
Pues bien, la reproducción del cáncer nunca sucedió: me recuperé perfectamente y, a mis 30 años, nunca he vuelto a reproducir el cáncer.
En la actualidad sigo teniendo mis revisiones anuales, y llevo una vida muy sana, ya que, a causa de la intervención no tengo vesícula y el hígado se me ha reproducido solo en un 80%.
Cuando todo pasó, nos planteamos demandar a la médica que me había hecho aquel diagnóstico tan fatídico, pero mis padres ya habían pasado por demasiado y querían cerrar el asunto lo antes posible. Es por ello que lanzo esta campaña, para pedir que los diagnósticos que se hacen en atención primaria sean más consecuentes y más acordes a los síntomas. No importa lo joven que se sea, el cáncer no entiende de edades, y un diagnostico a tiempo es crucial para la supervivencia de cualquier tipo de cáncer.