Me llamo Irina, soy de Barcelona y soy profesora de yoga. Fui a un colegio en que parecía que todo el mundo tenía que tener la misma forma de comportarse, de hablar, de vestirse… y yo, en este sentido, fui más bien poco convencional. Esto, por supuesto, no gustaba a mucha gente, y empecé a sufrir bullying en 3º de la ESO.

En mi caso, nunca llegó a haber ninguna agresión física, sino que todo el acoso que recibí fue psicológico: burlas, miradas, cuchicheos, hacerme el vacío… un machaque constante. Este tipo de acoso es mucho más sutil y más difícil de detectar, y sin embargo puede afectar incluso más que la violencia física.

Todo esto ocurrió hace 20 años, y siempre pienso que tuve mucha suerte de que en aquel momento no tuviéramos redes sociales. Al menos lo pasaba mal en horario escolar y luego podía refugiarme y desconectar, pero ahora hay muchos y muchas adolescentes que están siendo acosados las 24 horas del día, estén donde estén.

Soy hija y hermana de profesores, y soy consciente de que el profesorado no tiene suficiente tiempo ni recursos para abordar el acoso escolar como se debería. Sin embargo, hay ciertos docentes, como los que tuve, que actúan con total pasividad, con la excusa de “ya se arreglarán entre ellos”. Con el ciberacoso ocurre más aún: algunos docentes dan por supuesto que, como se da fuera del centro, no es de su competencia.

Ante esto, quiero dirigirme a los miembros del Parlament de Catalunya, ya que soy de Catalunya y son mis representantes en dicha cámara, para que el protocolo contra el acoso escolar se aplique de forma más efectiva a la hora de abordar casos de acoso y ciberacoso.

Siempre intento quedarme con la parte positiva de todo, y creo que mi experiencia me ha servido para muchas cosas, pero por supuesto, si no me hubiera pasado, también me habría ahorrado muchos otros problemas. Nadie debería pasar por esto.