Pregunta para Congreso de los diputados

Los trastornos de la conducta alimentaria van más allá de la anorexia y la bulimia. Necesitamos más visibilidad, más apoyo y más recursos para las personas que los sufren

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Iris Casas Pregunta de Iris Casas

Soy Iris, profesora y futura dietista y hace unos 3-4 años comencé a ser consciente de lo peligroso que estaba siendo para mí esa obsesión – aparentemente inocente – de comer de forma saludable; lo que hoy se conoce con el nombre de “ortorexia”. La ortorexia, un término desconocido para la gran mayoría, es un TCA (trastorno de la conducta alimentaria) que consiste en la obsesión por la comida sana. Los TCA más comunes o, mejor dicho, de los que más se habla, son la anorexia y la bulimia nerviosa y tendemos a pensar que son los únicos que existen. Tenemos otros bastante comunes y no tan conocidos como la vigorexia, el trastorno por atracón, la megarexia o la mencionada ortorexia.

Me di cuenta de la importancia de hablar de esto porque es algo que veo constantemente en mis alumnos y en la gente que me rodea, querer estar sano está bien pero hay una línea muy fina entre cuidarse y obsesionarse con ello. Cierto es que son trastornos sesgados, se dan especialmente en chicas jóvenes y adolescentes y no detectarlos a tiempo puede acarrear problemas crónicos.

Me parece muy importante dar visibilidad a este tipo de trastornos ya que, generalmente, cuesta mucho detectarlos y en muchos casos la persona no es ni consciente de que lo tiene; esto se debe a la poca notoriedad que se les da, por eso creo firmemente en la importancia de hablar de ellos sin tapujos, normalizarlos, es algo que existe, que está ahí y que está creciendo el número de afectados en nuestra sociedad, especialmente durante y después de la pandemia del Covid-19.

Para superar un trastorno alimentario hay que hacer un tratamiento multidisciplinar, es decir, es tan importante llevar un seguimiento con un nutricionista o dietista como acompañarlo de un tratamiento psicológico, además de los requeridos exámenes médicos para ir comprobando que todo va bien. También creo que debería invertirse más en campañas para darles una mayor visibilidad y concienciar a la población.

Otro de los grandes obstáculos que encontramos es que, una vez que se detectan, apenas hay medios para ayudar a las personas que los sufren. La psicología en la sanidad pública va muy lenta y no mucha gente puede permitirse pagar los especialistas que requieren, como nutricionistas, dietistas o psicólogos.

Por ello, pido a los políticos del Congreso de Diputados que inviertan más en unidades de tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria; invertir en ello y detectarlos a tiempo, puede evitar muchos problemas futuros para las personas que los padecen. Tenemos que dar a los problemas mentales la importancia que merecen y no centrarnos únicamente en dolencias físicas.

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