En agosto de 2020, durante un reconocimiento médico del trabajo, una ginecóloga me detectó un bulto en el pecho. De entrada, me indicó que no se trataba de nada preocupante, pero aun así, decidí pedir cita con mi médica de cabecera. Ella consideró derivarme al hospital. Eran finales de septiembre. Finalmente, el 2 de octubre me diagnosticaron un cáncer de pecho. Por suerte, la enfermedad no se extendió por los ganglios axilares. Me practicaron una tumorectomía y más tarde tuve que someterme a un tratamiento de radioterapia. Durante el proceso, también me hicieron el test genético. En estos momentos estoy siguiendo un tratamiento hormonal preventivo.

Estoy muy contenta y satisfecha con el trato que recibí y que sigo recibiendo por parte de los profesionales sanitarios de la Seguridad Social. Aun así, considero que hay carencias relacionadas con el sistema sanitario público, como, por ejemplo, el tema del cribado para el diagnóstico temprano del cáncer de mama. Considero que choca con la realidad el hecho de que se empiece a hacer a las mujeres que tienen 50 años o más y que se haga cada dos años; durante el proceso de enfermedad he coincidido con un número considerable de pacientes con mi misma patología y que tenían 20, 30 o 40 años. La prevención y el diagnóstico temprano es determinante para definir el pronóstico, bueno o no, de la enfermedad.

Es por lo presentado que me dirijo a los políticos del Parlamento de Galicia, ya que son quienes me representan, para que me respondan al planteamiento concreto: Además de mejorar la inversión en investigación, ¿por qué no se avanza la edad en la que empieza el cribado público de detección temprana? Yo tuve la suerte de que, por casualidad, me practicaran un reconocimiento médico derivado del trabajo para que me detectaran el cáncer a tiempo.