Según el Ministerio de Ambiente, el bosque seco tropical es uno de los ecosistemas más degradados, fragmentados y menos conocidos. Se estima que, de 8 millones de hectáreas originales, solo quedan unas 720 mil hectáreas disponibles. Esta preocupante cifra nos lleva a cuestionarnos, ¿Qué estamos haciendo en la práctica por la biodiversidad de nuestro país?

Soy José Gabriel Julio Guzmán, oriundo de San Jacinto, Bolívar, biólogo de profesión, amante de la fotografía y de las aves y especialista en herpetología. Te invito a que sigas leyendo mi petición, des clic en el botón naranja “apoyar” y compartas con tus contactos para que reunamos 350 firmas digitales y un congresista dé respuesta a la pregunta con la que inicié este texto. 

Debido a mi trabajo, recorro el país a lo largo y a lo ancho, disfruto capturando las mejores imágenes de cientos de especies en la tierra, los árboles, las cuevas y los ríos de nuestra geografía. 

En mi cuenta de Instagram @herpeteando_pajareando comparto estos momentos de los paisajes naturales y la fauna silvestre que, además de ser maravillosa, está amenazada por las actividades humanas. 

He tenido la valiosa oportunidad de adentrarme en la Orinoquia, el Pacífico, la Sierra Nevada de Santa Marta y otros lugares con una importante cantidad de animales, sin embargo, en estos recorridos he evidenciado que son muy pocas las iniciativas gubernamentales para conservar nuestra fauna. Por ejemplo, en la Serranía de San Lucas, en Bolívar, la minería ilegal acaba con los afluentes con tal de extraer pequeñas cantidades de oro.

Este es un panorama desolador para quienes valoramos el medio ambiente, y para rematar, hay unas zonas más impactadas que otras, como lo es el bosque seco tropical, que se caracteriza porque en época seca, los árboles pierden su follaje, pero con la lluvia, se reverdecen. Esta característica ha permitido que variedades de fauna y flora se adapten a su medio ambiente, como es el caso de la Dendrobates truncatus o rana venenosa de rayas amarillas, el carpinterito castaño o la guacharaca costeña, especies endémicas que ayudan a dispersar las semillas de árboles de este tipo de ecosistema.

El bosque seco tropical brinda, además, un aporte ecosistémico con frutos, maderas y fibras; con la captura y almacenamiento de dióxido de carbono para la amortiguación del cambio climático, entre otros.

Aunque este tipo de ecosistema se imponía en el Caribe, Magdalena, Cauca, el valle del Patía, Norte de Santander, Santander y la Orinoquia, la deforestación y la ganadería lo están arrasando.

La preocupación que deberíamos tener es aún mayor, si se tiene en cuenta que el Caribe es la única región donde hay sitios destinados a la conservación del bosque seco tropical: los Parques Nacionales Naturales de Tayrona, Macuira y Old Providence McBean Lagoon, así como los Santuarios de Fauna y Flora Los Colorados y Flamencos.

Creo que estas son razones suficientes para que la clase política, que puede tomar decisiones sostenibles en beneficio de nuestro país, se apropie de los ecosistemas, invierta en investigación y destine planes y proyectos para su preservación.

Mi pregunta a los congresistas que manejan esta temática es: ¿Qué políticas se impulsarán para conservar la biodiversidad del bosque seco tropical en Colombia? 

¡No dejemos que la mano del hombre acabe con nuestros tesoros naturales! Recuerda dar clic en apoyar y compartir para que haya respuesta a mi pregunta a través de Osoigo.