Mi nombre es Josefa, tengo 19 años y soy estudiante de Historia en la Universidad de Granada. Desde que tengo memoria, he querido dedicarme a la docencia y, gracias a una beca de 4 mil euros, pude cumplir ese sueño cuando comencé mis estudios el 2020.

Todo se volvió más difícil con el fallecimiento de mi abuela. Una herencia, dividida entre los siete hermanos de mi madre, sería la razón para quitarme la beca de estudios este año. Mi hermano, que recibió una beca por TDAH para el psicólogo, también se quedó sin la ayuda. Todo por 1.700 euros, repartidos entre una familia trabajadora de cuatro personas. 

Mi madre, cuidadora de personas mayores, y mi padre, operario textil de una fábrica, han hecho todo lo posible para que pueda mantener mis estudios. Ambos trabajan a jornada completa por un salario mil eurista, y se esfuerzan por enviarme 400 euros al mes para que pueda vivir en Granada. 

Yo vivo justo: gasto y salgo lo mínimo, porque no voy a vivir la vida loca si veo que mis padres están sufriendo para poder financiar mis estudios. Espero con ansias poder volver a recibir la beca este año, ya que cumplimos todos los requisitos de patrimonio y renta. Mi única otra opción es continuar viviendo así el resto de mi carrera, viendo a mis padres recortar todo tipo de gastos básicos.

Es hora de que entiendan que una beca de 1.700 euros no es suficiente para cubrir la vida de una familia trabajadora. Nuestras vidas no han cambiado, mis padres siguen trabajando jornada completa para mantenernos, mientras yo y mi hermano aún necesitamos las becas que recibíamos. 

Cada año, estudiantes quedan fuera de las becas debido a estas normas. Por lo mismo, quiero hacer un llamado a los miembros del Congreso de Diputados para que se otorguen becas de estudios que consideren integralmente los factores sociales y económicos que llevan a solicitar la ayuda. Mientras haya gente trabajadora y humilde intentando estudiar, deben ser la prioridad a la hora de entregar las ayudas. 

Una beca condiciona todo nuestro futuro. De ello depende que podamos continuar nuestros estudios y aspirar a una vida laboral en lo que nos apasiona. Nuestra educación es primordial a nivel personal, pero también para la base democrática de nuestro país. 

¡Todos tenemos derecho a estudiar!