Me llamo Laly y vivo en Vilanova i la Geltrú, en Catalunya. Hace cinco años, empecé a notar molestias en un lado del estómago. Aunque acudía al médico y explicaba mis síntomas, de entrada no consideraban que pudiera tratarse de algo preocupante. Me realizaron algunas pruebas y salían correctas, así que seguí insistiendo en relación con mi sintomatología en busca de un diagnóstico. Finalmente, decidieron practicarme un TAC que sirvió para, finalmente, detectar la patología: un cáncer ubicado en la cola del páncreas.

Desde el Hospital de Bellvitge me derivaron con el oncólogo y empezaron los tratamientos y el ajetreo hospitalario con el que, hasta día de hoy, cinco años después, estoy lidiando. En una ocasión, la afección se complicó en relación con el conducto biliar y tuvieron que ponerme una prótesis que por mala suerte migró. Se me crearon placas de pus a raíz de la complicación, pero los médicos consideraban que no era preocupante. Yo no me sentía bien; me encontraba mal, y finalmente tuvieron que implementarme dos drenajes. Hace dos años, me informaron de que me habían detectado células cancerígenas en el pulmón derecho, así que, aunque la primera quimioterapia y la radioterapia sirvieron para detener el crecimiento de la patología y poderla controlar, hasta el momento no he dejado de recibir tratamiento más que por algunos meses que han servido para dejar descansar el cuerpo.

En estos momentos estoy a la espera de someterme a una revisión rutinaria de control para ver en qué estado se encuentra la patología y poder actuar, a nivel médico, en relación con lo mencionado, pero la acumulación de tratamientos en el cuerpo perjudica mucho. Considero que las instituciones deberían de apostar a favor de la inversión en investigación, teniendo en cuenta la afectación real que tiene el cáncer a nivel poblacional y lo que conlleva padecerlo; a modo de ejemplo, somos cuatro las personas que en mi unidad familiar hemos padecido la enfermedad. Los tratamientos son muy agresivos y, en algunos casos, los pacientes oncológicos necesitan someterse a ellos durante un período muy largo de tiempo. Además, hay pocas opciones de tratamientos y son poco eficaces. Según mi experiencia, podría decir que hay enfermedades sobre las cuales se da un trato de prioridad en relación con la apuesta para la investigación y otras que quedan en el olvido. 

También nos encontramos otros aspectos que a nivel de enfermos nos restan visibilidad. Por ejemplo, lo que se refiere a temas económicos y a las ayudas que tenemos a disposición: hay muy pocas y las que hay son muy inaccesibles. Yo tengo que desplazarme 45 quilómetros cada vez que acudo al hospital y tengo que pasar por autopista. Mi marido, algunas veces tiene que dejar de trabajar para llevarme. También tengo que asumir los gastos de algunas medicaciones, cremas o suplementos que no se incluyen en el tratamiento farmacológico protocolado para tratar mi enfermedad pero que necesito igualmente. 

En este sentido, me dirijo a los políticos del Parlament de Catalunya, ya que son quienes me representan, para pedirles un mayor compromiso en relación con la inversión pública que se destina a la investigación, con el hecho de trabajar para dar visibilidad a tipologías de cáncer que quedan a la sombra de otras enfermedades, pero que tienen una gran afectación sobre las personas que los padecen y con hacer más llevadero el lastre económico que deja la enfermedad a los pacientes y a sus familiares. Necesitamos recursos y necesitamos que se ponga en valor lo que conlleva padecer un cáncer como el que yo estoy afrentando para, así, avanzar hacia la curación pero por el camino también hacia tratamientos más eficaces y menos agresivos y hacia la prevención: “Hace cinco años que lidio con un cáncer de páncreas. Según mi experiencia, falta compromiso con la investigación; durante el proceso no he visto prácticamente avances en relación con las opciones de tratamiento y lidiar con ellos es muy duro. ¿Cuándo se va a mejorar la inversión pública que se destina a lo mencionado?”