¿De qué sirve la nueva ley del “solo sí es sí” en cuanto a acoso callejero, si luego no tenemos la información ni las herramientas para saber cómo actuar?

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Me llamo Leticia, soy de Zaragoza y tengo 25 años. Hace poco, una mujer compartió su historia sobre el acoso sexual que ha sufrido desde pequeña, así que decidí compartir también la mía.

La primera vez que recuerdo haber sido acosada fue cuando tenía 13 años. Estaba volviendo de una fiesta de Halloween. Un hombre se me acercó y me preguntó directamente cuánto cobraba, si me prostituía. Mi primera reacción fue decirle “tengo 13 años”, a lo que él respondió “es que las de tu edad estáis muy crecidas”. Me fui a mi casa casi corriendo, pensando que esto no me podía estar pasando a mí.

Estuve días sintiéndome mal, me planteé qué llevaba puesto para que me dijera eso. Aquel día llevaba falda, y no sé si fue por eso o también porque siempre había llevado uniforme con falda en el colegio, pero a día de hoy me incomoda llevar una, me siento más expuesta, como si se me fuera a ver algo.

Por desgracia, aquella fue la primera de muchas vivencias de acoso callejero que he tenido yo y todas las mujeres, desde que somos adolescentes o incluso niñas. Desde un señor mayor pegándose a mí en el autobús (cuando el bus estaba vacío) hasta un chico siguiéndome y hablándome, cuando yo le decía que no quería hablar con él.

Con el tiempo, he ido aprendiendo a no callármelo, que si alguien me está incomodando, decírselo. Entonces son ellos quienes se incomodan y se achantan. Sin embargo, hay otras veces que una puede llegar a sentir miedo, especialmente si no hay nadie más cerca, y no hacer ni decir nada por si acaso.

Eso fue lo que me ocurrió hace poco. Estaba entrando a trabajar, cuando un señor se me acercó para preguntarme dónde podía encontrar una tienda. Hasta aquí todo bien, le di las indicaciones sin problema. Pero de repente me preguntó directamente cómo me llamaba, y a partir de ahí me fue haciendo preguntas más personales.

Yo estaba muy asustada, ya que no había nadie más a esas horas. Además, el hombre era de estatura muy grande, y pensaba en el daño que me podría hacer si me agrediera físicamente. Me planteé incluso llamar a la policía, pero por suerte finalmente se marchó.

La nueva ley del “solo sí es sí” incluye el acoso callejero como delito sexual. Sin embargo, no tengo claro en qué nos beneficia este apartado si no sabemos cómo actuar cuando nos encontramos en situaciones de este tipo. ¿Qué tenemos que hacer si nos ocurre? ¿Tenemos que ir a denunciarlo? ¿Necesitamos pruebas como fotos o vídeos? ¿Nos van a creer? ¿Servirá de algo?

Por eso quiero dirigirme a las instituciones para pedirles que se lancen más campañas informativas para saber qué hacer ante situaciones de acoso callejero, desde las más leves hasta las más graves. Si no sabemos lo que tenemos a nuestra disposición, de poco servirá la nueva ley en este campo.

El acoso callejero es una muestra más de la mentalidad que hay en nuestra sociedad, de que unos son los propietarios de los espacios públicos y otras solo están de paso y no tienen ni voz ni voto. Por eso también es importante trabajar en la prevención desde la educación, enseñando a los niños ciertas conductas que no están bien y, a las niñas, a conocer sus límites y saber cómo actuar si se sobrepasan. 

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