La ley supone una sumisión completa a los intereses de la "Industria" y rehuye la busqueda de territorio en que el libre acceso a la cultura sea compatible con el derecho de los creadores a ver remunerado su trabajo. De hecho hay sobre la mesa propuestas ( Richard Stallman, William Fisher, etc...) de remuneración de los creadores que no impidan la libre circulación de obreas intelectuales; en Francia se intentó la creación de la Licencia Genetral Opcional que fue abandonada por la presión de los lobbies. Sumisión no solo por la aceptación indiscutida de los presupuestos de las multinacionales titulares de derecho, por el recurso a la represión y a la inseguridad jurídica como formula de control, sino por imponer  esas ideas como única opción: la ley obliga a las entidades de gestión a invertir recursos en promover campañas “de formación, educación o sensibilización sobre oferta y consumo legal de contenidos protegidos, así como campañas de lucha contra la vulneración de los derechos de propiedad intelectual” y que serian obligatorias incluso para la posibles entidades de gestión de autores "copyflet", con intereses a todas luces muy distintos a los que la Ley proclama.