Me llamo Mari Carmen, resido en León y mi hijo Daniel de 9 años tiene autismo y TDAH. Tuvimos la suerte de tener un diagnóstico bastante temprano, yo tengo más hijas y veía que su evolución era diferente; con un año no decía ni una palabra, y con 18  meses seguía sin hablar, así que lo llevé al pediatra y éste nos derivó a atención temprana. Ante mi insistencia de saber lo que tenía mi hijo y poder ayudarle, nos recomendó hacer una valoración en Salamanca para que lo viera un especialista; el diagnóstico fue a los dos años y, desde entonces, ha sido un camino duro, tanto para Daniel como para mí, con muchas luchas para defender sus derechos.

Su etapa en educación infantil fue muy bien, además, tenía una profesora muy implicada y consiguió la inclusión de Daniel en la clase. Los problemas vinieron al iniciar la escuela primaria. Daniel tenía problemas de conducta y necesitaba especialistas que estuvieran con él en todo momento. El profesorado no está preparado para reconducir a los niños, y las aulas están masificadas.

En primero fue un desastre, Daniel no es capaz de mantener la atención mucho tiempo y necesita moverse, y aunque pusieron los medios a su alcance, no eran suficientes, por lo que cada día, tenía quejas y notas sobre su comportamiento. El niño lloraba y no quería ir al colegio, me decía que le chillaban, y otras cosas que no quiero recordar. Ante estas actuaciones y por el bien del niño que empezó a culpabilizarse de todo, solicité la educación domiciliaria; llegó la pandemia. Esta etapa para él fue devastadora; al terminar el confinamiento, solicité de nuevo la educación en casa, tuvimos que hacer terapia de trauma y conseguimos que quisiera volver a la escuela.

Ahora va a un centro mucho más pequeño, hay solo 15 niños y recibe el trato que merece, tenemos la ayuda del equipo de conducta, que están ayudando a Daniel y consiguiendo muchos pasos adelante. En el colegio anterior había 400 niños, y eso es terrible, especialmente el patio, con tantos estímulos y gritos y sin personal suficiente ni estrategias para jugar con los niños.

Necesitamos más especialistas en salud mental, más psiquiatras, porque hay muchos niños con esta condición; aparte de darles una medicación, han de hacer un seguimiento más cercano y un control continuo de cada niño.

Finalmente, es imprescindible que haya más profesorado especializado en los colegios, los profesores no tienen por qué saber cómo atenderlos si nadie les ha enseñado; con las horas de apoyo necesarias para cada niño, no pasarían las cosas que pasan y estos niños saldrían adelante. Hay que invertir en educación, hay que invertir en profesorado especializado, hay que invertir en el futuro de todos los niños y niñas, y que la inclusión se haga realidad.