Hola, soy María José tengo 59 años y fui diagnosticada de TDAH a los 52. Mi hija mayor, Sara, es maestra y fue ella quién un día me comentó que podía tener TDAH. Al tener un familiar con este trastorno empecé a sospechar de que mi hija podría tener razón. A pesar de recurrir a la Seguridad Social para conseguir por fin mi diagnóstico, no lo conseguí, ya que una vez eres adulto las trabas son todavía mayores a la hora de conseguir un diagnóstico. Finalmente lo conseguí en una asociación especializada en TDAH.

El diagnóstico temprano es muy importante. Y ser tratado en la infancia también. Esta condición daña mucho la autoestima de los niños, pero si además creces sin  saber lo que te pasa, y sin ninguna ayuda, la imagen que tienes de ti mismo acaba siendo desastrosa. 

Cuando tuve mi diagnóstico sentí alivio y, al mismo tiempo, una tremenda frustración. Estuve durante semanas recordando toda mi vida y cómo había influido  el trastorno en esta. Y sobre todo, cómo había repercutido en mi infancia y adolescencia. En el colegio recuerdo que me castigaron por cada uno de mis síntomas. 

Durante el colegio, en  lo único que destacaba era en  literatura, no tenía problemas de dislexia y además focalizaba cuando se trataba de libros o temas que me gustaban.  Sin embargo, acabé por tirar la toalla en los estudios al llegar al antiguo BUP. Me daba cuenta que era incapaz de estudiar las otras asignaturas. Era consciente que no podía prestar atención y la explicación que me daba a mi misma es que debía de tener un coeficiente intelectual muy  por debajo de la media y por eso mi cabeza se perdía. Mi obsesión era siempre que nadie se  diera cuenta de que era "tonta". Los despistes continuos también mermaban mucho mi autoestima.

La adolescencia vino con la impulsividad más acelerada que la de una adolescente común. Tuve suerte en no caer en las drogas, aunque coqueteé con ellas, pero jamás me enganché. Las personas con TDAH  tenemos más facilidad para caer en la adicción si nunca hemos recibido algún tipo de terapia o tratamiento. Sin embargo, ser madre jóven, a los 23, me hizo enderezar la vida, pero mucho antes el TDAH ya me había hecho olvidar el sueño de estudiar en la universidad una carrera de literatura. 

Recogí mi diagnóstico junto a mi marido y mi hija mayor hace siete años. Para mí fue un momento muy importante, que también me generaba ansiedad. No puedo expresar el alivio que sentí cuando la psicóloga dijo: "Que sepas María José que tienes un buen coeficiente intelectual y que si hubieras recibido tratamiento hubieras acabado tus estudios perfectamente”. En ese momento el lastre que llevaba durante toda mi vida pensando que era mi culpa no haber avanzado en mis estudios se fue.

A día de hoy, llevo un grupo de Facebook en el que muchas personas adultas descubren que tienen TDAH, sin embargo, a todas se les niegan las pruebas necesarias para conseguir un diagnóstico por la SS. Por este motivo, es muy importante conseguir un diagnóstico durante la infancia, cuanto antes mejor. De esta manera, se puede evitar el sufrimiento de muchos niños y niñas, que pueden empezar sus terapias y tratamientos de forma temprana para que en un futuro puedan conseguir todo lo que se propongan. Escribo esto porque soy conciente de que, a día de hoy ,sigue costando mucho recibir un diagnóstico claro y, por supuesto, somos muchas las personas afectadas por TDAH que no entendemos por qué depende de cada comunidad el protocolo de diagnóstico. No es justo que depende de donde seamos tengamos más o menos facilidades para poder empezar un tratamiento adecuado. Tampoco es justo que a los adultos se nos pongan tantas trabas para conseguir el diagnóstico.