La competencia emocional debería estar integrada en el ADN del curriculum educativo
Como madre, docente y política siempre he creído que la escuela es el mejor agente socializador para nuestros menores, porque aquí se hacen los primeros amigos y amigas, se convive en un ambiente lúdico y de aprendizaje y se transmiten valores de convivencia. Pero la mala noticia es que la escuela también tiene una cara oscura, que se llama acoso escolar. En España cada día miles de niños y niñas sufren ansiedad y ataques de pánico cada mañana cuando se tienen que preparar para ir a la escuela y les resulta una pesadilla porque el colegio se ha convertido para ellos un lugar inseguro por ser objeto de agresiones psicológicas y/o físicas entre sus iguales. Esta violencia no solo se queda en la escuela, se traslada a la calle y se continúa, por redes sociales.
Estamos ante una situación de bullying en aumento, incluso en pandemia no ha cesado y esto es un indicador de que el sistema educativo está fallando en la protección de nuestro alumnado, en su seguridad y en su bienestar; y por lo tanto, los planes de convivencia escolar no están funcionando y algo tendremos que hacer.
En este sentido, comparto con la asociación ‘Planta Cara al Bullying’ que necesitamos medidas reales y eficaces para poner freno a agresiones que merman la capacidad socializadora de la víctima, así como su desarrollo personal y académico. En esta situación, la mejor prevención es no dar pie a estas conductas hostiles con especialistas que pongan freno al bullying y que las escuelas empezaran a evaluar su clima laboral y entornos de aprendizaje como detector de aspectos a mejorar.
Desde Ciudadanos hemos solicitado más recursos económicos para combatir esta lacra y un aspecto muy importante sería la formación en educación emocional como método de detección y prevención de conductas hostiles. Lamentablemente, esta formación no se contempla en la nueva ley estatal, ni se menciona como competencia, pero, si queremos avanzar como especie, la competencia emocional debería estar integrada en el ADN del curriculum educativo.
Se debería considerar la formación en educación emocional para que el alumnado desarrolle la empatía, así como dotar de herramientas al alumnado para hacer frente a la adversidad y mejoren el autocontrol de sus emociones en los momentos complicados de la vida, que, sin duda, no serán pocos. Está demostrado que saber controlar las emociones en momentos adversos y tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro, contribuye a reducir la violencia, mejora la convivencia en las aulas y disminuye los problemas mentales.
Por otro lado, solicitamos medidas de prevención a través de evaluación del clima escolar como mecanismo de detección temprana, contar con especialistas que contribuyan a esta prevención y poner en marcha entornos educativos saludables que velen no solo por la salud física, sino también psicológica. Actualmente, en las Cortes Valencianas estoy colaborando en una comisión de estudio contra el acoso escolar donde están compareciendo muchos especialistas, y esperamos sacar un dictamén que sea útil para poner freno al bullying. Es mi afán contribuir a crear una escuela que vele por la felicidad de los menores, porque a la escuela se viene a disfrutar, a aprender y a hacer amigos. Es más, está demostrado que, en contextos de bienestar, se aprende más y brilla el talento.
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Mi nombre es Salud Alarcón y hoy hablo en nombre de la asociación Plántale Cara al Bullying, que fundé en 2018 para luchar contra esta lacra. Como muchas otras madres, he tenido que vivir en mis propias carnes las consecuencias que acarrea el acoso escolar. Mi hija llegó a decirme que no quería vivir, incluso dejó de comer. Necesitamos medidas reales, empezando por incorporar la figura de un coordinador ajeno al centro escolar que se ocupe exclusivamente de prevenir, identificar y actuar contra el mismo de manera inmediata.
El acoso escolar es una de las primeras formas de violencia que los menores viven de forma directa. La puede sufrir cualquiera, no hay motivos que pueda predecirla y es progresiva y silenciosa. La sociedad olvida lo que padece una persona acosada y el tiempo que tarda en recuperarse. Toda la familia sufre. Mi hija presentaba una imagen negativa de sí misma, autodesprecio, somatización... En su colegio sufría agresiones, amenazas, hostigamiento, coacciones... y tras ello, otros problemas como el estrés postraumático, la ansiedad o la disminución de la autoestima.
Día tras día, sin saberlo, hay familias que mandan a sus hijos e hijas a un lugar en el que no se sienten protegidos. Muchas veces, debido al acoso online, las víctimas se sienten desprotegidas las 24 horas, estén donde estén. Todo esto hace que, poco a poco, su carácter cambie. Se sienten excluidos de una sociedad que les maltrata y no les ayuda.
¿Qué podemos esperar de ellos cuando crezcan? La mayoría supera esta etapa y la oculta porque no quiere acordarse de lo que ha tenido que soportar, pero otros no tienen tanta suerte, los hay que arrastran la pena, los traumas, el rencor… Incluso algunos no pueden soportarlo y deciden acabar con su vida, como fue el caso de Lucía, hija de Peligros Menarguez, una madre junto a la que luchamos desde la asociación.
Su hija, de tan solo 13 años, decidió acabar con su vida en 2017 tras sufrir acoso escolar. Ahora el mensaje que manda su madre es que no hay que acallar el dolor de las víctimas: “tanto si son víctimas como conocedores del acoso, que no se callen, porque eso les hará valientes e impedirá un mal mayor”.
Pedimos soluciones inmediatas para acabar con esto. Nada nos exime de la responsabilidad de aceptar la situación y reaccionar al respecto. Es cierto que con la nueva Ley se pretende implantar la figura de un “coordinador” del centro escolar. Sin embargo, este perfil no debería ser el de un profesor que ni tiene tiempo para dedicarse a ello, ni ha recibido la formación adecuada para abordar el tema.
Deberíamos poder contar con una persona que sea ajena al centro escolar para que se realice un estudio de los casos lo más objetivo posible. No es normal que, a día de hoy, sean los propios directores los que tengan que determinar si se está produciendo el acoso.
Todavía vemos que encontrar un caso de acoso escolar en un centro se percibe como un fracaso. Esperemos que llegue el día en el que se vea como un éxito, ya que ese será el momento en el que las víctimas podrán empezar a tener la oportunidad de ver cómo empieza el camino para solucionar su situación.
Cuando enviamos a nuestros hijos e hijas al colegio, lo mínimo que esperamos es que el sistema esté preparado para prever los posibles problemas, que esté lo suficientemente formado para intervenir y solucionar estas situaciones en cuanto se detecten, y para hacer autocrítica de los fallos que han existido para poder aprender de ellos y lograr que no se repitan.
En este caso, dirigimos esta iniciativa al Congreso de los Diputados, puesto que debemos de hacer frente al acoso escolar en toda España. La vuelta al cole es un buen momento para corregir los fallos de los pasados cursos académicos y para redirigir los protocolos de los centros educativos para luchar contra el bullying dentro (y fuera) de las aulas.