Mi nombre es Millaray, tengo 18 años, soy de Concepción y tengo Síndrome de Asperger.

Toda mi vida me he dado cuenta de que soy diferente, pero fue hace dos años que me diagnosticaron Síndrome de Asperger.

Desde muy pequeña me ha costado entenderme, porque no sabía cómo expresarme, de hecho nadie me enseñó cómo educar mis emociones, cómo entenderlas. Esta dificultad muchas veces me llevó a camuflar el síndrome, usando una “máscara social” para poder encajar.

¿Por qué las diferencias son algo que escondemos? Por ver que se priorizan otros conocimientos, pero que no son la base esencial del desarrollo humano y que excluyen lo diferente, prosiguiendo en no hacerles ver su cualidad nata, para caminar y potenciarse en el mundo.

Sintiéndose realizados mejorando la calidad de vida, que muchos adultos hoy no tienen. Por no saber cómo es su mundo emocional y la importancia de este en el mundo laboral y social.

La sociedad siempre le ha dado más importancia a lo académico que a la parte emocional. Nuestro sistema educacional incentiva a sacar la nota más alta y ser competitivos en este sentido, y esto es algo que a todos nos afecta de cierta forma. 

Esto me perjudicó durante mi época escolar, ya que yo buscaba entenderme y desenvolverme en el ámbito social, pero no existía una asignatura para esto, no me entregaban este tipo de herramientas, sino que había otras prioridades en ese momento.

Una vez que me diagnosticaron, si bien no tenía información y no sabía qué es este síndrome, comencé a investigar y a conocerme. Esto me entregó las herramientas que necesitaba para comenzar a trabajar en mí y aprender a direccionar mis emociones, sin reprimirlas, entendiendo que mis diferencias son las que me hacen única.

Sin embargo, mi diagnóstico fue tardío. Si lo hubiera sabido antes, si me hubieran entregado las herramientas necesarias cuando niña, me hubiera permitido saber cómo manejar mis emociones y cómo direccionarlas, así como también hacer de mis diferencias mis fortalezas y potenciarlas. 

En este sentido, me gustaría que todos los niños tengan la posibilidad de conocerse y aceptarse. Necesitamos que la educación nos entregue una base en cuanto a manejo emocional, y es clave que sea en la infancia, ya que es el período cuando somos más flexibles y cuando atravesamos el proceso de construcción de identidad, autoestima y seguridad en nosotros mismos. Aprender a aceptar que somos diferentes nos va a permitir llevar más lejos nuestras cualidades y triunfar.

Es por esto que me dirijo a los diputados de la Cámara, para que nos indiquen cuáles son las medidas que pueden llevar a cabo para que nuestro sistema de educación –público y privado- incorpore la educación emocional en la enseñanza básica en todos los establecimientos de nuestro país.

Para lograrlo necesito el apoyo de todas y todos ustedes, ya que, si conseguimos 750 apoyos, esta pregunta llegará a los políticos de la Cámara de Diputados, quienes nos tendrán que dar una respuesta en esta misma web.