Me llamo Mireia, resido en un pueblo de Bizkaia y tengo TDAH, entre otras cosas. Sobre los 3 años mi madre ya notó algo, fuimos al pediatra y este nos dijo: “a esta niña le pasa algo”. Ahí empezó todo. El diagnóstico nos lo dieron casi a los 4 años; para mi madre fue un disgusto pero también un alivio porque al menos ya sabíamos lo que pasaba.

Mi infancia no fue muy buena, los niños de mi clase me llamaban loca y mi ritmo académico era otro, así que para todo el tema de los trabajos en grupo, yo era una carga. Durante los recreos, era incapaz de prestar atención mientras explicaban las reglas del juego, por ello, acaba jugando sola. Tenía mas complicidad con los alumnos de dos cursos inferiores así que hice todo lo posible por encajar; unos años después y motivada por esta obsesión de encajar con los demás, empecé a beber, fumar, tomas sustancias psicotrópicas… a día de hoy me cuesta muchísimo gestionar el tiempo, me despisto con facilidad y me despierto muy enérgica, pero al caer la noche, me encuentro tremendamente cansad. Aparte de TDAH, tengo Miopía Magna, un TCA (obesidad mórbida: comedora compulsiva emocional), TOC y Labilidad emocional; me cuesta mucho tomar decisiones y tengo la autoestima por los suelos.

Respecto al tema de las terapias, de pequeña acudí a AT, pero siempre por el ámbito privado y ahora voy al psiquiatra del hospital por mi TCA. Gracias a mi madre estoy aquí, a pesare de todos los errores que pueden cometerse teniendo una hija con estas condiciones.

Necesito terapias y no me las puedo permitir, por tanto, SOBREVIVO como puedo. El gran problema que tiene esta sociedad es que todas las enfermedades o trastornos como TDAH, TEA, TCA, epilepsia… como no son visibles a simple vista, parece que no existen, pero están ahí. Además apenas recibo una ínfima ayuda por mi discapacidad del 33%, sin la ayuda de mi familia llegar a fin de mes no sería posible. Sé que puedo hacerlo, pero necesito ayuda; no podemos permitir que las personas con TDAH y otros trastornos caigan en el olvido.