Pregunta para Congreso de los diputados
Soy Montse y tengo parálisis cerebral. ¿Por qué no se invierten más recursos en educar en la inclusión y en concienciar a la población de los beneficios de una sociedad diversa?
¿Por qué llamamos enfermedades a cosas que no lo son? Este es mi caso. Yo no estoy enferma, yo soy la víctima de una negligencia médica en toda regla, como la mayoría de las personas que sufren parálisis cerebral. En mi caso, cuando mi madre rompió aguas, el médico no le hizo caso y, cuando por fin los doctores se decidieron a sacarme del cuerpo de mi madre, yo ya sufría una falta de oxígeno.
Según iba creciendo mi madre notaba que yo no hacía las cosas que solían hacer los niños de mi edad y, preocupada, me llevó al pediatra. Él fue quien me diagnosticó la parálisis cerebral y también el que le dijo a mi madre que no iba poder hacer nada con mi vida, que, en pocas palabras, iba a ser poco más que un vegetal.
Sin duda admiro la determinación de mi madre. Ella fue capaz de que, a pesar de no poder comunicarme verbalmente era una niña inteligente y luchó por mí y por mi desarrollo. Tanto es así que busco tener a mi hermana pequeña para que yo pudiera imitarla y así iniciar una especie de terapia mímica. Sin el continuo apoyo de mi madre y su incansable lucha yo ahora mismo no podría estar narrando mi propia historia. Hizo lo indecible para que me desarrollara como una persona libre e independiente, esforzándonos un poco más que cualquier otro por superar las limitaciones que la vida nos había impuesto.
Con mucho tiempo y esfuerzo he conseguido lograr llevar una vida normal, a pesar de tener cierta discapacidad. Aunque eso no quiere decir que, por el camino, no haya sufrido. Cuando era muy pequeña iba a un colegio para niños con parálisis cerebral y, además de poder desarrollar mi intelecto, vi como una de mis mejores amigas de ese colegio, tras una operación que le realizaron en el mismo centro, quedó casi vegetativa. Mi madre tuvo que sacarme de ese colegio y, tras llamar a muchas puertas, consiguió que acudiera a un colegio ordinario, ya que mi parálisis hacía que ningún centro ordinario me quisiera admitir como alumna.
He sufrido bullying durante mi infancia. Mi hermana tuvo un poco de miedo a que fuera rechazada por ser diferente cuando, de adolescente, comencé a salir de fiesta con su grupo de amigas. Y fue, sin embargo, en el mundo de la noche de Barcelona, donde, entre la gente diferente y diversa que allí se reunía, encontré mi sitio.
Ahora mismo he perdido muchas de las amistades que hice durante esa época y me gustaría volver a poder contar con alguien con quien sentirme cómoda en mi propia piel y que me comprendiera, que viera mis diferencias como algo positivo y singular.
Creo que mi testimonio es más que suficiente para darse cuenta de que, hoy en día, la discapacidad intelectual o motriz sigue siendo tabú. Seguimos teniendo muchos prejuicios hacia la diferencia y eso es, principalmente, porque no nos dan una educación centrada en la inclusión.
Por eso pido, por favor, políticos del Congreso de los Diputados, que se inviertan más recursos en hacer de la educación española una educación más inclusiva y que se naturalice la existencia de personas diferentes en la sociedad. Necesitamos recursos para hacer entender a los más pequeños que la diferencia no es negativa, que en todo caso suma, aporta y se puede aprender mucho de ella. Y hago una petición sincera a los padres de lo niños a los que les diagnostican parálisis cerebral: no dejéis que el diagnostico de vuestros hijos les defina. Luchad por ellos para que den lo mejor de ellos, de esa manera puede que tengan un futuro propio.
Si lo hacemos, lo más seguro es que consigamos eliminar el bullying de las aulas españolas y logremos una sociedad mucho más abierta e inclusiva. El arma más fuerte contra los prejuicios es la educación, nunca hay que olvidarlo.
Por último, señores del Congreso de los Diputados, espero que tengan en cuenta que hay que aumentar las ayudas económicas a las personas con parálisis cerebral, tenemos necesidades especiales, como las terapias, que muchas veces no podemos pagar.