¿No crees que casos como el de las tarjetas de Caja Madrid destruyen la confianza en la democracia?
No estoy seguro que la conclusión sea de esa escala, es decir, “acabar con la confianza en la democracia” y en consecuencia llevar a la gente a defender soluciones no democráticas o sistemas sin libertades. Yo no aprecio que se defienda, ante esos casos, “menos” democracia, sino MAS o MEJOR democracia. Lo que es obvio es que minan poderosamente nuestro sistema político, por omisión de su labor de control o por su directa implicación en este tipo de casos. Es una cuestión de calidad de nuestra todavía joven democracia, nuestro sistema tiene fallos evidentes, ha envejecido y tiene fatiga de materiales, pero hay también un problema de fondo, que tiene que ver con la asunción de los más exigentes estándares democráticos por parte de los votantes. En otros países, estas cosas se pagan electoralmente y se pagan inmediatamente, porque la gente echa de las instituciones a las personas o los grupos corruptos, consentidores o indiferentes. Y aquí, desgraciadamente, no se da esa respuesta automática, de modo que el grado del escándalo solo se alcanza ante burradas como la de las tarjetas, mientras que en otros sistemas europeos es por haber copiado una tesis hace años o haber recibido un regalo inadecuado hace años. Aquí eso ni cuenta. Aquí hay que salir del despacho oficial con un saco de esparto del que se vayan cayendo billetes para que pase algo de verdad. Aquí la misma persona que te atiende en una tienda y te habla pestes de “los políticos” acaba preguntándote que “¿con IVA o sin IVA?”. Y en un país así, con esta debilísima cultura democrática, a pesar de la lejanía del franquismo, se discute todavía si debe haber en la enseñanza asignaturas como Educación para la Ciudadanía. No nos mintamos, muchos españoles siguen votando a las personas y grupos que saben (que lo saben, que lo sienten, que están convencidos de ello) que son corruptos, no hace falta apuntar a ninguna Comunidad, todos lo sabemos. Y es una cuestión de educación política, de convencer a la gente de que no es cierto que da igual una persona honrada que una podrida, que del mismo modo que cuidas con quien se relacionan tus hijos, y no fomentarás que lo hagan con chicos violentos o racistas, no tiene lógica que te de igual quién lleva el urbanismo de tu ciudad.
Por tanto, con todos estos casos lo que hay que hacer es utilizar los propios resortes de la democracia para saldar cuentas, no con la democracia, sino con los responsables concretos de los desmanes, porque eso de “la casta” o “la clase política” al final es una capa que todo lo tapa y bajo la que se esconden los sinvergüenzas mezclados con los normales. Como esos atracadores de bancos que se quitan la máscara y se mezclan entre los rehenes que han liberado para pasar desapercibidos para la policía.
Sigo pensando lo que he contestado otras veces, es lógico que haya un sano sentimiento de revancha, sencillamente porque alguien tiene que pagar por tanto dolor.
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Muchos ya estamos hartos de políticos que hablan de regeneración y transpariencia mientras día tras día salen a la luz más casos de corrupción y practicas muy alejadas de aquello que predican. Y lo peor es que hay una sensación constante de que esto solo es la punta del iceberg.