Actualmente la sexualidad, tanto a nivel de educación, como en lo que respecta al ámbito sanitario, ambas desde los servicios de carácter público, sigue siendo la asignatura pendiente del estado. 

Es cierto que cada vez resuena con mayor frecuencia y más fuerza a nivel institucional, la importancia de atender la sexualidad como una dimensión inherente a nuestra existencia, que está directamente 
relacionada con la calidad de vida de las personas y la consecución de una sociedad más igualitaria, aunque las medidas tomadas al respecto siguen siendo insuficientes. 

Las profesionales especializadas en la materia, llevamos años reivindicando la imperante necesidad y la obligación por parte del estado, de que todos los derechos sexuales sean realmente reconocidos y por tanto atendidos, entre los que se recogen el derecho a la educación sexual integral, derecho a la información basada en el conocimiento científico y el derecho a la atención a la salud sexual de todas las personas (Cabello, 2010). 

La sexualidad va mucho más allá de las relaciones sexuales compartidas, siendo esta una idea reduccionista de la misma, que en numerosas ocasiones se utiliza para cuestionar la importancia que tiene la educación sexual adaptada a las diferentes necesidades, dependiendo de cada etapa vital. La sexualidad es biopsicosocial, tiene que ver con lo que somos, cómo nos sentimos, nos identificamos, nos reconocemos, nos expresamos y nos relacionamos con las demás personas. La educación sexual de calidad es fundamental para fomentar el bienestar individual, interpersonal y social. 

Por otro lado en lo que respecta a la atención de la salud sexual de forma integral y multidisciplinar desde la sexología clínica, las profesionales ejercemos nuestra profesión en la mayoría de los casos desde el ámbito privado, ya que son escasos o casi inexistentes los centros y consultas de salud sexual dentro del Sistema Público de Salud, donde seamos las profesionales especializados en la materia, las 
encargadas en atender la sexualidad de las personas, lo que se traduce en que solo aquellas personas que pueden permitirse a nivel económico el acceso a este recurso, serán realmente atendidas por las especialistas que corresponde, que somos las sexólogas y sexólogos desde nuestras diferentes disciplinas. 

En conclusión, la atención a la sexualidad, de manera integral, multidisciplinar y como no podría ser de otra forma con Perspectiva de Género, tanto a nivel educativo como sanitario, sigue siendo un privilegio que no está al alcance de todas a día de hoy en nuestro país, lo que conlleva consecuencias considerables. 
 

¿Se están tomando realmente medidas al respecto, teniendo en cuenta la magnitud del problema? 

Bibliografía: Cabello, F. (2010). Manual de sexología y terapia sexual. Madrid, España: Editorial Síntesis.