Pregunta para Parlamento de Catalunya
Los tratamientos para curar un linfoma me han ocasionado una polineuropatía periférica que me afecta, sobre todo, las piernas. ¿Por qué no se invierte más en la investigación relacionada con los tratamientos y sus efectos?
Me llamo Noelia y vivo en Catalunya. A medianos de 2019 me apareció un ganglio del cuello inflamado. Cuando me percaté de ello, no le di mayor importancia, ya que acababa de padecer un cuadro de anginas. Los meses fueron pasando. Yo, entonces, tenía dos trabajos. Para poder librar durante el puente de todos los Santos, trabajé mucho el día anterior a que llegaran las fechas en cuestión y terminé agotada. Al día siguiente, cuando me levanté, me percaté de que el bulto del ganglio había pasado de ser del tamaño de una oliva a ser del tamaño de una nuez. Días atrás, había notado picores extraños en la piel. Coincidió que me habían picado mosquitos y en la farmacia me daban antihistamínicos, pero era un picor diferente. Probé muchos tratamientos para la piel y también me planteé si a lo mejor padecía alguna alergia.
Mi madre, que es enfermera, me dijo que fuera al médico porque el cambio en el tamaño del ganglio de un día para otro no era normal, así que fui al ambulatorio. La médica que me visitó me derivó para que me hicieran una radiografía el mismo día y una analítica el día siguiente. Con la radiografía se percataron de que tenía una masa en el mediastino. A raíz de ahí, empezaron a hacerme pruebas. Sabían que tenía un linfoma, pero no sabían de qué tipo. En diciembre decidieron intervenirme quirúrgicamente para sacarme el ganglio, ya que la biopsia no había servido. Se percataron de que la masa había pasado de medir 9 cm a medir 12 cm y de que tenía toda la parte superior del cuerpo afectada. También vieron que había un ganglio en el cuello que me presionaba y que me ocasionaba riesgo.
Una vez operada, empecé con el tratamiento. La quimioterapia me afectó des del primer momento y todavía no se sabe el por qué. Tuve náuseas, vómitos, mal sabor de boca, llagas... pero aparte de los síntomas comunes, el tercer día que recibía el tratamiento empecé a experimentar un dolor de huesos severo. De entrada me daban antiinflamatorios, ya que no es normal padecer esta tipología de dolor, pero no sirvió nada; solo sirvió un derivado de la morfina. El segundo ciclo de quimioterapia fue más o menos bien, pero durante el tercero me tuvieron que ingresar. Yo cada vez estaba peor y me quedé sin defensas. También me hicieron radioterapia. Acabé los tratamientos en abril de 2020. La enfermedad remitió, pero la masa del mediastino sigue allí, aunque la han reducido a 5 cm y está inactiva. Actualmente me hacen revisiones rutinarias cada tres meses.
Los tratamientos me han hecho desarrollar una polineuropatía periférica. Es un dolor en los nervios que me afecta, sobre todo, las piernas, y que ocasionalmente me deja imposibilitada para moverme. Aparte me duelen las rodillas, aspecto que tiene que valorar un reumatólogo durante los próximos días. Teniendo en cuenta mi afectación, me dirijo a los políticos del Parlament de Catalunya, ya que son quienes me representan, para que me respondan a la pregunta concreta: ¿por qué no se invierte más en la investigación relacionada con los tratamientos y sus efectos?