Pregunta para Junta General del Principado de Asturias
Rubén murió el mismo día que nació y decidí donar su leche. ¿Por qué no se informa a las madres de la posibilidad de la LACTANCIA EN DUELO? ¿existe formación sanitaria?
Hola, me llamo Olaya, y fui donante del banco de leche materna tras el fallecimiento de mi hijo. La vida de Rubén para mi tenía mucho sentido, pero la muerte ninguno, y el poder usar su leche como alimento para niños prematuros, me dio la capacidad de honrar su memoria, darle un sentido a su muerte y de autoconocimiento sobre la fortaleza que tenía en un momento tan duro.
La lactancia en duelo surgió por iniciativa mía propia, nadie me informó sobre esa posibilidad, ni el personal sanitario, ni los profesionales sobre lactancia del hospital, aunque tuve la suerte de que el banco de leche respaldó mi decisión, era la rara que se sacaba leche sin tener un hijo al que dársela. Hasta que conocí la vida de muchas madres que pasaron por los mismo que yo, que me comprendían, y en las que podía ver cómo se sentían tras el paso del tiempo. Mi historia personal es esta:
Siempre había tenido claro que quería ser madre lactante a pesar del hipertiroidismo autoinmune que padecía. Soy curiosa, y toda la información que caía en mis manos, cursos, charlas… sobre el tema, me servían para profundizar en el. Aunque no fue hasta el séptimo mes de embarazo, cuando conocí la existencia del banco de leche en el hospital. Era otra posibilidad más. Y me gustaba la idea de ser donante de leche.
Rúben era mi sexto embarazo y el que consiguió llegar término. Tras una cesárea de urgencia, Rubén fue ingresado en la UCI. Al despertarme, y saber dónde estaba, no me lo pensé dos veces y saqué el sacaleches que llevaba en la bolsa del hospital, junto con su ropita, para ayudarle en la estimulación del pecho.
En esas horas, la pediatra nos dijo que Rubén no estaba bien, y que hacían todo lo posible para sacarle adelante. Yo estaba segura de que lo que necesitaba mi hijo era estar con mamá. Le estuve cantando y leyendo cuentos como cuando estaba dentro de mí, para que supiera que no estaba solo, que no le había abandonado y que yo estaba allí, que le quería.
Rubén aun así no mejoraba. Después de 12 horas, de vida falleció entre mis brazos, y no pude despedirme de él como me hubiera gustado. El protocolo no me dejaba estar más tiempo con él, asearlo o ponerle la ropita que habíamos traído para él. Nació y murió el mismo el día.
Esa misma noche la pasamos en el hospital, mi marido y yo no sabíamos cómo íbamos a gestionar este duelo, sentíamos que necesitábamos mucho apoyo, mucha ayuda, pero no sabíamos dónde encontrarla.
Al día siguiente, por la mañana, llamé al banco de leche para hacerme donante, ya me conocían por el interés que había mostrado, y me proporcionaron un sacaleches doble para tener más fuerzas de succión, unas hojas de cómo se realizaba la extracción manual y la de los diferentes tipos de embudo. Esa fue mi formación sobre lactancia. Afortunadamente una amiga me explicó todo muy bien.
La estimulación con el sacaleches era constante, y no fue hasta el quinto día que empezaron a brotar las primeras gotas de leche de mi pecho. Estaba feliz, me emocioné mucho, porque ya tenía dudas de si no podría honrar y venerar la memoria de Rubén con este acto. Necesitaba sentir que su vida no había sido en vano, y con la lactancia tenía algo a lo que agarrarme, a lo que aferrarme, y que me obligaba a continuar adelante cuidándome como lo hubiera hecho para él.
Fueron tres meses en los que acudía semanalmente al hospital con mis neveras. El banco de leche se convirtió durante ese tiempo en mi segunda casa, hasta que la producción comenzó a bajar, e inicié el destete como cualquier madre.
Al tiempo me llegó una carta en la que me decía el número de bebés que había ayudado, los litros de leche que se habían donado y un diploma que añadí a la caja de recuerdos de Rubén. Porque el donante fue él, no yo.
Aprendí a disfrutar de la lactancia de forma diferente y sanadora, y conocí a mujeres que habían pasado por lo mismo que yo. Un grupo de luchadoras que se formó como donantes de leche con estrella (bebé que fallece), y al que se fueron uniendo muchas más experiencias increíbles, todas madres también.
Juntas, para combatir el desconocimiento que se tiene sobre la “lactancia en duelo” en grupos de apoyo, entre el personal sanitario, y en madres, a las que no se les dio la oportunidad de decidir sobre su cuerpo, creamos el libro “Madres también. Alimento para el alma©”, con testimonios para conocer el sentimiento que tienen las madres respecto a este tema, estudios, y del que queremos que sirva como herramienta de trabajo para el personal sanitario que trabajará con las familias en duelo.
La donación de sangre, de órganos, está muy reconocida y bien valorada. ¿Por qué no la donación de leche materna? Es un acto altruista que puede ayudar a muchos bebés prematuros que lo necesiten, y a quienes han perdido a su hij@, permitirles rendir un homenaje, mantener viva su memoria y despedirse de ellos paulatinamente o como decimos nosotras darles la bienvenida a nuestra vida, en nuestro corazón para siempre.
Imagen: Tamara Constanzo, Red de duelo Trasdiciplinar. #PechosLlenosDeAmorYDespedida