Me llamo Pilar y me detectaron un cáncer gástrico cuando tenía 36 años.

Estuve años sufriendo dolores muy fuertes de estómago, diarreas, pérdida de peso y, en general, mucho malestar. En varias ocasiones acudí al médico, pero este achacaba todos los síntomas a períodos de estrés y ansiedad. Finalmente, descubrieron que sufría una intolerancia a la lactosa y, en una revisión, en la que por fin me realizaron una gastroscopia, me diagnosticaron un cáncer gástrico.

A pesar de que pasó bastante tiempo entre que empecé a tener síntomas hasta que me realizaron esta prueba, mi tumor todavía no se había extendido y no llegó a afectar a otros órganos. Me sometí a una operación en la que me quitaron el estómago y, por suerte, no tuve que someterme a quimioterapia ni radioterapia.

En cambio, mi calidad de vida desde entonces ha empeorado mucho. Peso 40 kilos y no puedo comer prácticamente nada. Esto, además de afectar de forma muy negativa a mi salud, también ha deteriorado mucho mis relaciones sociales y mi vida laboral, pues a raíz de mi enfermedad me despidieron del trabajo.

A día de hoy soy la presidenta de la Asociación contra el Cáncer Gástrico y Gastrectomizados (ACCGG), entidad que fundé precisamente para aumentar la visibilidad y concienciación de este tipo de cáncer, con el objetivo de que se aumente la investigación y la inversión para dar a los personas que lo padecen una mejor calidad de vida.

Por ello, me dirijo a los políticos de la Asamblea de Madrid, para que destinen más recursos a la detección precoz de esta enfermedad, estableciendo un protocolo unitario sobre cómo actuar ante determinados síntomas que perduran en el tiempo; y para que se mejore la calidad de vida de los pacientes.