Pregunta para Parlamento de Andalucía
El Café Central en Málaga ha tenido que cerrar tras más de 100 años de servicio. Después de todo este tiempo veo que falta protección, por parte del Estado, para los empresarios que siempre dan la cara y que añaden valor a esta sociedad.
Soy Rafael Prado, uno de los propietarios del histórico Café Central en Málaga, que hasta hace solo unos meses funcionaba al máximo y como un ave fénix renacía tras superar no solo la crisis causada por la pandemia de la COVID-19, sino otras más que llegaron antes y que, no obstante, no impidieron que siguiera trabajando.
Los primeros recuerdos que tengo de mi infancia son el olor del café y del coñac; cuando bajaba las escaleras de mi casa que se ubicaba arriba del Café Central. Yo no tenía portal, la puerta de mi casa era un bar y ese bar se convirtió en mi vida por el resto de los años.
En compañía de mi familia; de mi hijo Ignacio y de mi esposa que siempre me acompañó en esta aventura, trabajamos duro y sin descanso para que el Café estuviera en pie. Pasamos por grandes momentos de crisis económicas. Primero, en 2001, cuando las obras de peatonalización de la calle Larios, en el centro, impidieron que las personas pudieran acceder a nuestro establecimiento.
Después, en 2008 y tras haber reflexionado mucho sobre la necesidad de implementar mejoras en el lugar, nos encaminamos a una remodelación completa, pero para el mes de mayo de ese mismo año, los efectos de la crisis mundial, iniciada en EEUU nos golpearon con fuerza. Nuestras ventas cayeron de una forma estrepitosa y vivimos tres o cuatro años complejos y difíciles. En ese tiempo, yo tenía en un cajón un pequeño papel con los préstamos que había tenido que pedir para salir de los apuros. Confiaba y deseaba en liquidarlos lo más pronto posible y vivir con mayor tranquilidad.
Fue hasta 2016 cuando terminé de pagar todas las deudas y que empezó a florecer nuevamente el Café Central. Sin embargo, la victoria duraría poco. Solo unos años después, nos pilló la pandemia.
Muchos de los negocios y empresas en esta misma plaza desaparecieron, y yo me preguntaba dónde estaban los dueños y por qué no se habían quedado. Por qué no se luchaba incansablemente hasta rescatar su empresa y el trabajo que genera para muchos trabajadores.
Nosotros seguimos trabajando hasta que conseguimos llamar a toda la plantilla. Poco a poco fueron volviendo al trabajo. El ERTE llegó a tiempo, lo que no llegó a tiempo fue la organización. El lío que se hizo con este trámite fue demasiado. Sin embargo, muchos asesores y trabajadores sociales estuvieron al pie de cañón.
Por parte del Gobierno, creo que se pudo haber ayudado más. Yo comprendo que las Administraciones son lentas, pero en este caso debieron de haber sido mucho más rápidos.17 comunidades autónomas, un Gobierno, y mientras, el país hundiéndose. La reacción tendría que haber sido inmediata.
Esto es lo que había que hacer. Seguir peleando. No irte de la empresa, luchar e intentarlo todo. Hace falta protección para ese tipo de empresarios que da siempre la cara, que no está aquí solamente por el beneficio económico, sino que da un valor añadido a la ciudad, al turismo y a la sociedad de la que se nutre. Así es como pienso yo.
Finalmente, y con mucha tristeza yo tuve que acceder a cerrar este café. Por mi salud y también por mantenerme cerca y en paz con mi familia. Tengo 67 años y estuve retrasando mi jubilación con la esperanza de que la situación continuaría. Pero algo que también me han enseñado todos estos años de trabajo y de entrega total, es que también tengo que continuar y pensar en un horizonte mucho mejor para mí, para mi familia y para los que vienen.
Por eso, he lanzado esta campaña de difusión en Osoigo. Primero, para que muchos empresarios puedan leer y conocer mi historia, para que sepan que todo esto se hace de corazón y se lucha hasta el final. Y para que las autoridades y las personas se den cuenta de que si todos hacemos lo que nos compete, y lo hacemos bien, todo en nuestra sociedad funcionaría mucho mejor.
¡Gracias!