Me llamo Rafaela y he superado una neoplasia maligna.

Cuando tenía 40 años decidí ir al médico de cabecera porque presentaba varias dolencias, aunque ninguna relacionada con la enfermedad que poco tiempo después me diagnosticarían. Al ver que llevaba cuatro años sin pasar por ginecología, la doctora me dio una cita para comprobar que todo estaba bien.

Ya en la consulta, la ginecóloga me realizó una citología y una ecografía vaginal. En esta segunda prueba vio algo sospechoso, por lo que me solicitó una biopsia. Cuando llegaron los resultados de esta prueba, me dijeron que padecía una neoplasia maligna de grado 2,8.

Aunque figuraba como preferente para entrar a quirófano, por problemas en los hospitales de la provincia tardaron más de un mes en operarme. Durante la cirugía observaron que la neoplasia ya estaba en un grado de 3,8 y tuvieron que extirparme los ovarios, el útero, las trompas de Falopio y un centímetro del colon. A continuación me administraron radioterapia y braquiterapia y, a día de hoy, me someto a revisiones cada seis meses.

Además del miedo que siento al pensar que la enfermedad puede volver, conservo múltiples secuelas tanto a nivel físico como psicológico. Además, para paliar estas secuelas, tengo que afrontar grandes gastos que la Seguridad Social no cubre.

Por ello, con esta iniciativa pido al Parlamento de Andalucía que destine más recursos a la investigación de esta enfermedad, de cara a conseguir tratamientos menos agresivos para terminar con ella, y al apoyo económico de las personas que la padecen.