En absoluto: las lenguas son patrimonio de todos. Y hay que protegerlas.
El Senado es, al menos a título nominal, la cámara de representación territorial en España. En cualquier administración, más aún en un parlamento donde se representa a la ciudadanía - que es plural y habla diferentes lenguas en este país -, cualquier ciudadano debe poder expresarse en la lengua que escoja.
El catalán, el euskera, el gallego y el resto de lenguas que se hablan en España no son una molestia, sino un patrimonio de todos que debemos promover, defender y visibilizar. Más aún en los parlamentos. Defender la cultura y la lengua nunca es un derroche, sino una inversión en identidad y patrimonio.
Un Parlamento que obligara a hablar a todos la misma lengua sería una institución uniformadora que no respondería a la pluralidad de este país.
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