Pregunta para Senado

Me quitaron un tumor de la médula espinal. ¿Por qué no se garantiza que todas las personas con sintomatología reciben la atención necesaria, se ofrece un seguimiento personalizado en los hospitales y se mejora la inversión destinada a la investigación?

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Raquel Molero Pregunta de Raquel Molero

Me llamo Raquel y vivo en León. En 2018 me quedé embarazada y cuando estaba de unos dos meses, empecé a padecer episodios de dolor severo de espalda. Acudí hasta ocho veces a urgencias en dos hospitales distintos de dos comunidades autónomas diferentes, pero los médicos que me veían achacaban mi dolencia al embarazo. Me introducían antiinflamatorios en vena y como conseguían que me sintiera un poco mejor, me mandaban de nuevo a casa. Debido al embarazo, no quisieron hacerme ninguna prueba; solo me palpaban con la mano.

Después de aproximadamente un mes y medio el dolor se había vuelto horroroso e insoportable y una noche necesité que me recogiera una ambulancia. Fue entonces cuando una de las doctoras que estaba en urgencias vió mi historial y consideró necesario que me practicaran una resonancia. Yo accedí a ello y después de 20 minutos de hacérmela, me informaron que tenía una masa en la médula espinal que por el momento no podían definir pero que aplastaba y que había desviado la médula. Nunca había sentido un dolor similar.

Como no podían concretar exactamente qué era la masa, me ingresaron y intentaron reducirla con corticoides para aguantar al máximo el tiempo de embarazo. A parte de los corticoides, me ponían algún otro medicamento para apaciguar el dolor, así que me empecé a encontrar un poco mejor. A consecuencia, me mandaron a casa, pero no comprobaron antes la evolución de la masa, que estaba creciendo justamente gracias a los corticoides. No aguanté ni una semana en casa ya que empeoré considerablemente. Me ingresaron de nuevo y me dijeron que tenían que operarme, que el niño que llevaba en la barriga iba a morir debido a la anestesia y que yo muy probablemente me quedaría en silla de ruedas.

Me aguantaron hasta el cuarto mes de embarazo para evitar perder a mi hijo, me operaron y me informaron que definitivamente se trataba de un tumor. Como había pasado tanto tiempo no pudieron quitármelo entero; solo las partes blandas. En estos momentos, el tumor está controlado. A los ocho meses de embarazo me practicaron una cesárea y efectivamente me quedé en silla de ruedas por un mes o un mes y medio. Empecé a andar poco a poco después de recibir diferentes sesiones de rehabilitación a las que accedí por mi cuenta. Nadie me ofreció este servicio en el hospital, tampoco me informaron sobre ningún tratamiento relacionado al que pudiera acogerme, no me pusieron en contacto con ninguna asociación relacionada con mi dolencia y tampoco recibí información sobre la posibilidad de solicitar la incapacidad.

Sentí mucho desapego y abandono emocional. Me sentí como una paciente más; un número al que hay que tratar. Se me ofreció muy poco acompañamiento y tengo la sensación de que en mi caso se descuidó por completo el cuidado de la parte emocional. Es por lo planteado que considero interesante dirigirme a las instituciones. Me gustaría que después de leer mi testimonio respondieran a la pregunta: ¿Por qué no se garantiza que todas las personas con sintomatología reciben la atención necesaria y se ofrece un seguimiento personalizado en los hospitales?

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