En EH Bildu somos críticas con la gestión del Gobierno vasco en el vertedero de Zaldibar, tanto con la anterior como con la posterior al derrumbe. En un primer momento, el Gobierno Urkullu no entendió ni la gravedad ni la dimensión del problema y el propio lehendakari lo despachó en rueda de prensa como un accidente laboral sin importancia,  sin mostrar ni un ápice de empatía con las víctimas y sus familias. 
Desde EH Bildu, desde nuestra responsabilidad como primera fuerza de la oposición, nos ofrecimos al Ejecutivo y tratamos de colaborar desde la unidad de acción porque éramos conscientes de la magnitud de la tragedia y de su complejidad. Sin embargo, en Lakua no hallamos respuesta. El posterior llamamiento de Urkullu a la unidad no se corresponde con la actitud de su gobierno.

El caso de Zaldibar ha sacado a la luz el fracaso del modelo de gestión de los residuos, la falta de planificación del Gobierno y su insuficiente control sobre la actividad de los vertederos, también en cuanto a los residuos peligrosos. La tragedia de Zaldibar es consecuencia de todo ello, no ha sido un desastre natural, y obliga a depurar responsabilidades políticas que deben ir mucho más allá de la asunción de errores, más retórica que real, de Urkullu en su comparecencia en el Parlamento a petición de EH Bildu. Aún seguimos esperando ver en qué se traduce su autocrítica y su compromiso de depuración de responsabilidades, que ya tarda.

La respuesta de los distintos departamentos del Ejecutivo ha sido además una respuesta descoordinada y la información que han transmitido a la ciudadanía, contradictoria en más de una ocasión, lo que ha acentuado el malestar y la sensación de orfandad de la población, que ha visto a unos gobernantes más preocupados de cuidar su imagen ante las elecciones que de resolver el problema. Es indigno que durante toda una semana defendieran en cada entrevista y comparecencia pública que la calidad del aire era buena cuando luego supimos que lo decían sin tener datos al respecto y que, además, no era así porque del vertedero emanaban dioxinas y furanos altamente tóxicos. El Gabinete Urkullu dejó muy claro esos días que su prioridad no eran las personas, sino otros intereses.