Me llamo Rosalía y pertenezco a la Asociación contra la violencia vicaria M.A.M.I. Desde M.A.M.I instamos a todos los órganos competentes en materia de Violencia de Género, a articular todas las herramientas a su alcance para que las víctimas; los menores y sus madres, reciban la protección necesaria para acabar con esta violencia. A diferencia de otras asociaciones, todas las personas que pertenecemos a M.A.M.I somos víctimas, a todas nosotras nos rodean historias devastadoras. El último caso que tenemos es el de una chica con un hijo de cuatro años, cuando el niño va con el padre, tiene pesadillas los días posteriores a su encuentro, en el cual, el padre le insiste con cosas como que tiene que matar a su madre; hace poco, cuando el niño regresó de estar con él, comentó que tenían un secreto juntos, el secreto era que su propio padre lo había metido en un hoyo que había cavado para matarlo.

Otro caso cercano es el de una mujer que tiene dos hijos, el mayor tiene 21 años y lleva dos sin tener contacto con él, no solo no lo tiene con la madre, sino que con su familia tampoco; el pequeño tiene 13 y todo es muy complicado, cuando su madre solicitó llevarlo a salud mental, ni siquiera se lo concedían sin la autorización paterna. Llevamos el caso a juicio, la jueza le dio la razón a la madre y, desde que acude a estas terapias, todo va mucho mejor. Al principio de la separación, la relación que tenía la pareja era buena, se dividían los días, hacían celebraciones como cumpleaños juntos… hasta que volvió a casarse, ahí fue cuando todo cambió. Las víctimas somos supervivientes, para superar todo esto, ha tenido que enterrar todas las cosas de su hijo ya que siente que lo ha perdido para siempre, nadie sabe lo duro que es esto hasta que no lo sufre. El odio que infunden a nuestros hijos, muchas veces acaba en violencia filioparental contra la madre.

Me viene a la mente otro ejemplo terrible, el de una madre de tres niñas; dos de ellas viven con el padre y no quieren saber nada de ella, a la pequeña que solo quiere estar con la madre, la llevaron a un centro de acogida para "desprogramarla", porque no quiere ir con él, respecto a las dos mayores, nadie exige su “desprogramación”.

Casos como estos nos rodean cada día. Necesitamos que todos los sistemas se impliquen de verdad, las asociaciones, que somos las que verdaderamente ayudamos de forma directa a las víctimas, que trabajamos mano a mano con ellas, no tenemos subvenciones, es fundamental que sean las víctimas las que atiendas a otras víctimas, porque nadie  va a entender mejor tu caso, que quien ha pasado por lo mismo.

Me dirijo a los miembros del Senado para pedir que tomen medidas, necesitamos hogares para acoger a estas mujeres y a sus hijos que, en muchos casos, se quedan sin ningún recurso; los maltratadores tienen a los mejores abogados y ellas tienen que conformarse con uno de oficio; además, para denunciar, tienes que alegar un montón de pruebas, testigos, fotos… y, ocasionalmente, estas denuncias quedan en nada. No hay que olvidar que para sufrir violencia vicaria la mujer ha tenido que sufrir violencia de género, no podemos seguir permitiendo que esto siga sucediendo y no dar apoyo ni ayudas a las mujeres que tienen que pasar por esto.