Pregunta para Congreso de los diputados

Diario de un imparable contra el cáncer. ¿Hasta cuándo dejaremos que todas estas personas luchen sin tener una sola recompensa a cambio? Esa recompensa debe ser más INVESTIGACIÓN

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Salvador Montiel Pregunta de Salvador Montiel

Hace 11 años que el cáncer tocó a mi puerta o, mejor dicho, entró en mi vida. Y, como en la mayoría de las ocasiones, lo hizo sin avisar, sin dar siquiera una tregua. Irrumpió en riada y quiso inundar todo mi cuerpo. Este tipo de cáncer, poco común, un Liposarcoma, se desarrolló en mi pierna derecha, la cual estuve a punto de perder. Dos años de duros tratamientos, radioterapia y quimioterapia tras una intervención quirúrgica. Y, sin embargo, no es este diagnóstico del que quiero hablar, sino del otro cáncer que aterrizó en mi vida hace menos tiempo, sin aparente relación y de nuevo, elevada gravedad. 

A estas alturas muchos aún os preguntaréis quién soy yo, por lo que empezaré por presentarte. Soy Salvador Montiel, natural de Málaga y tengo 55 años, aunque acabo de cumplir 1 año de VIDA. Todo empezó en las Navidades del 2018, cuando sentía no poder con mi alma. Me costaba caminar, tenía fuertes diarreas y una anemia que llevaba meses machacándome. Pero hasta enero del 2019, el especialista digestivo no decidió mandarme al hematólogo. A partir de ahí el diagnóstico fue rápido: la analítica salió completamente alterada, tenía un linfoma del manto no Hodgkin en estadio IV, muy agresivo y que ya se había extendido por todo mi cuerpo. 

Tras un nuevo largo y duro año de tratamiento, una trombosis, una operación de urgencia, tres ingresos, también urgentes, todo parecía ir bien, aunque aún quedaba un 5% de enfermedad es mi cuerpo. 

De inicio, todo es nuevo para ti, te sientes perdido y desubicado, pero yo me lo tomé con humor y optimismo. Decidí alinearme con los médicos, enfermeros y resto de profesionales sanitarios. Me alineé también con las máquinas, los cables, los pinchados, los ruidos y las molestias inoportunas. Me hice artífice de todo y les facilité el trabajo. Porque, ¿sabéis? En un hospital uno no puede echarse enemigos, porque eso significa estar perdido. 

Así, pasaban los días y yo solo pensaba en salir, hasta que más tarde terminaría por entender que, del hospital se conoce cuándo se ingresa, pero no cuándo se sale. Yo he llegado a darme cuenta cómo la mayoría de la gente viven en el pasado o futuro, pero yo vivo desde hace ya un tiempo el presente, el aquí y ahora. 

A mi lado, siempre mi madre, a sus 84 años, fiel compañera, siempre atenta, como mi hermana. Ellas me han empujado en cada momento a seguir luchando, a salir de los bajones, que por supuesto he tenido. Es inevitable. 

Muchos días de pruebas y resultados, hasta que me informan de que me tienen que hacer un autotrasplante de médula. No hay tiempo que perder, empiezan todos los preparativos, pruebas previas al día de la extracción de mi médula y la posterior donación por aféresis. Y esta es, comúnmente hablando, la parte sencilla del trasplante, pues después llegará la complicada y dura. ¿Cómo reaccionará mi cuerpo al trasplante? Porque no hay trasplante perfecto. Me ingresan 7 días antes para comenzar todos estos preparativos, quimioterapias previas para aniquilar mi médula y lo que pueda quedar del linfoma. Y por fin me dicen cuándo será el gran día: paradojas del destino, el 4 de febrero, Día Mundial de la lucha contra el Cáncer. 

Llega la hora y el gran día, el autotrasplante dura poco más de una hora y media, y todo transcurre con normalidad. Los primeros días los supero sin complicaciones, las noches son largas pero tranquilas. La médula está buscando su sitio y el mayor problema es coger alguna infección, porque al estar sin defensas, el riesgo se incrementa. Hasta el día +10 los días pasan tranquilamente, pero ese día aparece la fiebre y la diarrea. Así paso 6 días, los más duros, pero logré pasarlos ya en casa y que llegara a su fin sin regresar al hospital. 

Por fin empiezo a comer y descansar por las noches. Disfruto de los días, me levanto con entusiasmo y motivado para seguir, sabiendo que lo más duro ya ha pasado. Pero no puedo bajar la guardia, nunca, porque la lucha sigue. 

Ha pasado un año desde el trasplante, y continúo de pie. Me he caído muchas veces, pero siempre me he levantado. La muerte ha rondado a mi alrededor en varias ocasiones, me ha mirado a la cara, y considero que hay que respetarla. Porque la muerte es sucesión de la vida, todos tenemos ese billete ya comprado. Ahora bien, ahora simplemente no me viene bien hacer ese viaje. 

El cáncer me ha quitado ya muchas cosas: a mi hermano con 27 años, a mi padre con 65 y a otros tantos familiares y amigos. Y, ¿sabéis qué no me ha podido quitar nunca esta enfermedad? Las ganas de luchas, de vivir, de soñar, de ser yo y de no se runa marioneta de esta horrible enfermedad. Una enfermedad que arrasa a miles de personas, niños, adolescentes, personas con sueños cumplir y muchos proyectos aún por realizar. Y todos luchan o están luchando para derrotar a esta enfermedad tan cruel, tan malvada y astuta. 

Por eso mi pregunta es: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo dejaremos que todas estas personas luchen sin tener una sola recompensa a cambio? Esa recompensa debe ser investigación, investigación, y más INVESTIGACIÓN. Políticos de Congreso de los Diputados: ¿Cuándo se invertirá más dinero en investigación contra todos los tipos de cáncer? ¿Cuándo se invertirá en salvar vidas? ¿Cuándo se tomará conciencia del arduo y farragoso camino que recorremos tantos pacientes oncológicos?

Los imparables contra el cáncer no nos rendiremos jamás, porque si no luchamos, jamás sabremos si lo hubiéramos conseguido. 

#luchayvencerás #imparablescontraellinfoma

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