Pregunta para Congreso de los diputados
Soy Sandra Lee y tengo trastorno límite de la personalidad. ¿Cuándo se invertirán los suficientes recursos para poder contar con una sanidad pública efectiva en el ámbito de la salud mental?
Sé que el comienzo de esta historia no es algo nuevo. Es casi tópico empezar diciendo que desde que era una niña era rechazada en el colegio, que desentonaba y no sabía bien por qué. Como si yo fuera una pieza intentando encajar en un puzle para el que no fue fabricada.
Siempre he sido una chica solitaria, la rarita. Y no porque yo quisiera. Nunca he sabido cómo socializar y siempre he sentido una sensación de sobrar, estando apartada y marginada de todo y de todos, a veces, por mi culpa, y otras veces porque genero un rechazo en la gente.
Jamás me he llegado a aceptar a mí misma, no sé ver lo bueno en mí. He sido muy tóxica hacia mi propia persona, llegando a haberme hecho daño física y psicológicamente. Son muchas las veces que me he visto arrastrada hacia una espiral de pensamientos negativos que me consumen y me sumergen en un pozo de agonía y desesperación.
Y aquí es donde se produce el giro inesperado en la trama: no soy un personaje plano, la niña que se aísla del mundo porque su personalidad se lo dicta. La realidad es que no sabe bien por qué, si debido a factores genéticos o vivencias o traumas de la infancia, pero sufro trastorno límite de la personalidad.
Tras muchos años de preguntarme que me sucedía sin atreverme a buscar ayuda profesional, ya que mi familia no lo entendía, opté por esta vía. Por fin, tras pasar por tres psiquiatras y dos psicólogos diferentes, pude entender que estaba enferma, que nada de lo que me sucedía era culpa mía y que necesitaba tratamiento: una terapia efectiva que recondujera esos pensamientos negativos que el TLP me transmitía.
Y con esto he aprendido, señores del Congreso de los Diputados, que se necesita mejorar mucho la sanidad pública en lo que respecta al tratamiento de los pacientes mentales. No podemos esperar a que nos den cita cada tres meses. A veces, para algunos de nosotros, acudir al psicólogo puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. También es necesario que se inviertan más recursos en educar a la población en la salud mental y reducir los estigmas hacia los pacientes mentales. Ser enfermo mental significa simplemente tener una afección que no afecta físicamente, no es sinónimo de loco.
Pero, sobre todo, es necesario que se inviertan recursos en concienciar a la sociedad de que existen enfermedades que no se pueden ver y que pueden llegar a afectar igual o más que una enfermedad física a quien las padece. Nos falta mucha empatía: no sabemos ponernos en el lugar del otro.
Aquellas personas que padecemos enfermedades mentales solo buscamos poder convivir en un espacio seguro en el que se valoren nuestras patologías, podamos ser comprendidos y tengamos las mismas oportunidades que el resto de la población.