Mi nombre es Sofía y soy madre de un niño autista. Desde el momento en que mi hijo nació, noté que algo no andaba bien. Lloraba demasiado, era difícil calmarlo y no fijaba la mirada. A medida que fue creciendo, las diferencias con los demás niños se hicieron cada vez más evidentes. No tenía juegos simbólicos, no miraba a la cara y no tenía interés por cosas básicas como los colores o los números.

Sin embargo, los pediatras y profesores decían que no veían nada fuera de lo normal. No debería haber tenido que luchar tanto en el sistema sanitario para que mi hijo pudiera tener el diagnóstico correcto. 

Debería haber más conciencia y formación sobre el autismo para que los profesionales de la salud pudieran detectarlo y tratarlo correctamente. 

Finalmente, después de tener que transitar por varios especialistas, conseguimos un diagnóstico. El día a día es difícil, mi hijo tiene sus propios rituales y dificultades para entender ciertas situaciones y normas sociales.

Escúchenos, es necesario que los profesionales sanitarios estén más informados para lograr un diagnóstico temprano en estos casos.

 Para que todos los niñxs con esta condición, independientemente del grado, tengan la oportunidad de tener una evolución positiva, un futuro más prometedor y por ende una vida sin mayores dificultades.