Soy indígena wayuu colombovenezolana del Clan Ipuana y mi territorio ancestral queda en Colombia, en Medía Guajira, en el Corregimiento de Jojoncito. Mi madre es líder social y mi padre activista político, entonces siempre he crecido en un círculo arraigado hacia defender temas sociales desde el territorio. De esta manera, a los 16 años empecé a ser activista y ahora, a mis 25 años, sigo luchando por cambios sociales con varios enfoques por medio de un colectivo audiovisual que fundé hace 4 años: Corporación Wayuuando.

Este proyecto ideado por jóvenes wayuu nació para formar agentes de cambio y, por medio de Wayuuando Films, hemos podido proveer procesos pedagógicos de comunicación comunitaria, donde las niñas, niños y jóvenes wayuu, utilizan herramientas de comunicación audiovisual para investigar, reconocer, narrar, apropiarse y visibilizar las historias de su pueblo y cultura. Así, trabajamos desde el territorio y cruzamos fronteras imaginarias para entender realmente qué hay en la Guajira y qué se siente vivir allá. 

En Wayuuando (@wayuuandoco) hablamos de temas incómodos y visibilizamos problemas que son invisibles para otros colombianos que no conocen las realidades de estos territorios. Y, entendiendo los territorios, también hemos reconocido las realidades de las personas que los habitan. Estas comunidades se enfrentan a todo tipo de problemas: desnutrición, violencia sexual, extrema pobreza, violación de derechos humanos, abandono estatal y muchos otros. Pero las niñas, adolescentes y mujeres indígenas son una población incluso más vulnerable.

Entre las causas de este problema he entendido que la falta de educación sexual ocupa un lugar importante. En Colombia no existe una educación sexual con calidad y la situación es más grave aún en territorios donde no hay internet, acceso a información, ni educación de calidad. 

Pero, ¿qué les pasa a las niñas cuando no tienen acceso a una educación sexual de calidad? Se vuelven objetivos más fáciles para asaltantes, no conocen la importancia de uso de preservativos y la responsabilidad de sus parejas en esto, ademas, no van a ginecólogos guiadas por la desinformación y sufren de muchos otros problemas a causa de la falta de orientación adecuada.

Las estadísticas alarmantes corroboran estas problemáticas. Por ejemplo, la desigualdad de género es tan significativa que en La Guajira apenas 2 de cada 5 niñas que ingresan a primaria logran terminar sus estudios. Además, ellas se deben enfrentar al machismo estructural que hay en la cultura indígena y son expuestas a embarazos adolescentes, uniones con hombres mucho mayores que ellas cuando apenas son unas niñas y la violación de muchos de sus derechos fundamentales. 

Es deber del Estado proteger a las niñas wayuu. Debe haber acciones políticas y legislativas contundentes para garantizar la educación sexual de las niñas wayuu. Y no solamente para ellas, sino para todas las niñas de Colombia. Además, es crucial que las políticas públicas y leyes empiecen a contar con un enfoque diferencial que realmente priorice los derechos humanos de una población vulnerable y abandonada, como lo es la constituída por mujeres, adolescentes y niñas indígenas. 

Ayúdame a apoyarlas. Firma y comparte esta campaña. Si llegamos a 350 firmas, se presentará la petición a los miembros del Congreso para que nos den una respuesta. ¡Muchas gracias!

Aldeas Infantiles SOS patrocina esta petición. En nuestra organización buscamos fortalecer las capacidades de las familias para la protección, cuidado y crianza de las niñas y los niños y apoyar a los jóvenes que han perdido el cuidado de sus familias y ahora están en proceso de independización para que logren sus metas. Conoce más de nuestra labor en https://www.aldeasinfantiles.org.co/