Pregunta para Congreso de los diputados
El número de niños que se están quitando la vida por el bullying aumenta diariamente y esto debe parar ya. ¡Necesitamos que se implanten protocolos contra el bullying y se refuercen los conocimientos de los docentes ante estos casos!
Hola. Soy la madre de un niño que, actualmente, está sufriendo una situación de bullying. Queremos y exigimos que se establezcan protocolos específicos para erradicar este tipo de violencia que tanto daño hace a nuestros hijos.
Mi hijo siempre ha sido muy respetuoso con todos sus compañeros. Todo fue bien hasta que, en quinto o sexto de primaria, todos su compañeros empezaron a ser más altos que él. Ahí empezaron las burlas, ‘enano’ era la palabra más repetida. Además, le daban empujones, encerronas, etc.
Yo hablé con el colegio –un colegio concertado enorme y ‘familiar’-. Un dato importante, es que en dicho colegio acogen a muchos niños de pisos protegidos. El director desde hace 20 años era el padre del maestro de mi hijo, todos se conocían. Incluso, yo soy antigua alumna, pero eso tampoco ha servido para ayudarnos. Me dijeron que mi hijo ‘era demasiado sensible, que tenía que espabilar’. Surrealista.
Llegó el paso al Instituto y, al cambiar de curso, cambiaba también de edificio, ya no convivía con los compañeros de primaria, sino con los de secundaria y bachiller. Ahí empezó nuestro infierno.
El primer curso de instituto lo pasó más o menos regular, se seguían metiendo con él y empezó a tener crisis de ansiedad. A pesar de todo, mi hijo le quitaba importancia. Sí que me pidió que lo acompañase y lo recogiese a la salida –yo lo hacía gustosamente-, pero se metían más con él porque le llamaban ‘niñato o pequeñajo’.
Cuando terminé primero de la ESO, el verano lo pasó muy bien, pero a la hora de volver empezó a poner malo, un día le dolía la barriga, otro la cabeza, etc. Lo mismo pasó en las vacaciones de Navidad, cuando le tocaba volver, se tiraba una semana vomitando. Ante esto, le llegaron a realizar pruebas de todo tipo, pero vieron que no tenía nada.
Un día hablando, le insistí mucho para que me contara qué era lo que estaba ocurriendo y ahí fue cuando me lo dijo. Había 2 hermanos que le hacían la vida imposible. Nos estuvo diciendo, incluso, que tenía ganas de suicidarse.
Obviamente, cuando escuché eso, fui al siguiente lunes al centro y les dije que mi hijo no iba a volver allí hasta que se solucionase esa situación. Fuimos a hablar con la pediatra y le hizo un test en el que se le diagnosticó depresión, por lo que lo derivó al psicólogo de la Seguridad Social.
Esto no sirvió para nada. Mientras tanto, yo esperaba noticias del instituto, pero estos no hacían nada para revertir la situación. Nadie se preguntó porqué mi hijo no volvía al colegio. Por lo que, al mes, les llamé y solicité una reunión.
En esa reunión me dijeron que entendiese la situación del niño acosador, puesto que venía de una familia desestructurada y que mi hijo era muy sensible. ¡Ser sensible no es un defecto, es una virtud!
Solicitamos que cambiasen al niño acosador de centro, pero me dijeron que no, que ese niño necesitaba ayuda. Les dije que, entonces, iba a sacar al mío de ese centro, pero también me dijeron que no porque tenía que acabar el curso allí.
El centro no hizo nada para ayudarnos. Nosotros mismo tuvimos que hablar con la madre del niño acosador fuera del colegio. Esto le sentó fatal al centro, pero estaba en juego la salud de mi hijo. Además, ellos solo me ofrecían un ‘acercamiento’ entre los dos, unas reuniones los viernes, pero, además, ‘tenían que mirar si había hueco para realizarlas’.
Me estuve movilizando mucho porque no podía permitir lo que estaba ocurriendo y gracias a un contacto del Ayuntamiento, mi hijo tuvo un nuevo colegio a los dos días de esto.
Mientras tanto, en el colegio de toda la vida de mi hijo seguían negando lo ocurrido, poniendo en duda todo lo que le hacían y cómo se sentía. No se creían que le robaban, que le pegaban, que le humillaban, etc.
Es más, cuando tuvimos un nuevo colegio para mi hijo, fuimos a pedir expedientes y bajas, pero no nos lo querían facilitar, por lo que tuvimos que decirles que si no cedían, llamaríamos a los medios de comunicación para contarles lo que se estaba permitiendo hacer en ese centro. La pena nuestra fue no poder denunciarlos porque mi otra hija seguía en el centro Infantil de allí y no queríamos que le perjudicase.
El centro no nos ayudó en absolutamente nada y les dio igual como se encontrara un alumno suyo. Parecían ellos los afectados. Todos se pusieron en contra de la víctima, sin ninguna ayuda, tapándose unos a otros, nadie hablaba, incluso las madres que nos conocían desde los 3 años no dijeron nada por miedo a que tomaran represalias con sus hijos. Y el niño acosador siguió en el centro, sin ninguna amonestación, solo con ayuda psicológica.
Esto pasó hace 6 años, pero después de que le ocurriera esto a mi hijo, se fueron muchos más niños por el mismo problema. A pesar de todo, el colegio sigue ahí, tapando y tapando, sin ofrecer ninguna ayuda a los que deberían ser los pilares del centro, los niños.
Por todo lo plasmado, lanzo la siguiente petición al Congreso de los Diputados para que se implanten protocolos contra el bullying y se refuercen los conocimientos de los docentes ante estos casos. ¡El bullying quita las vidas de nuestros hijos!
Mi hijo sigue con secuelas, muchos años de terapias y miedos. Además, el problema de esto es que los ‘obligan’ a pasarse al lado malo para que no les hagan daño. ¿Qué sociedad estamos creando si los adultos estamos influyendo tan negativamente ante un niño que solo está pidiendo ayuda?
Además, los padres que tenemos hijos pasando por estas horrorosas vivencias, nos sentimos muy culpables. Necesitamos que esto pare. Cada día aumenta el número de suicidios de niños a causa del bullying. ¿A qué esperamos para enfatizar nuestro esfuerzo en evitar esto? ¡Protocolos y profesionales de la educación formados ya!