Pregunta para Senado
Tengo un carcinoma adrenocortical. Una tipología de cáncer que afecta al 0,02% de la población y que está catalogado como raro. No tiene tratamiento y, por lo tanto, suele ir acompañado de un mal pronóstico. La apuesta por la investigación es crucial
Me llamo Vanessa y vivo en Alicante. Nueve meses antes de que empezara el confinamiento derivado de la pandemia de Covid-19, se me fue la menstruación. Yo, por aquel entonces, estaba muy activa a nivel deportivo. Estuve yendo al ginecólogo y achacaban la falta de menstruación con la práctica en cuestión. Como pasaban los meses y todo seguía igual, decidieron hacerme pruebas para descartar que se tratara de la menopausia temprana, ya que tenía antecedentes familiares que habían padecido esta afección. Concluyeron que no se trataba de lo mencionado y llegó la pandemia, así que quedó todo parado.
Durante el confinamiento, empecé a notar que se me caía el cabello, me costaba dormir, me cambió el humor, me sentía muy cansada y me apareció vello y acné en la cara. Cuando nos desconfinaron, fui al médico para trasladarle los síntomas en cuestión. Consideraron que esto podía ser efecto del impacto del sol después de tanto tiempo encerrados, así que me recetó un antihistamínico que no me sirvió. También acudí con el dermatólogo por el tema del acné y en este vaivén de médicos cada vez me encontraba peor y cada vez tenía menos fuerzas.
Como veía que las citas y las derivaciones en la Seguridad Social eran muy lentas, acudí al servicio privado. Entonces vieron que tenía miomas y los ovarios completamente parados. Me practicaron una citología que salió correcta y consideraron analizarme la testosterona. Los resultados indicaron que duplicaba los niveles de testosterona que debería de tener un hombre, así que me derivaron con un endocrino, también privado. Este, con los síntomas, ya me indicó que muy probablemente se trataría de un tumor en la glándula suprarrenal. Me explicó, también, que esta tipología de tumores suele ser benigna, pero que hasta que no lo analizaran no lo sabrían del cierto.
En este punto me derivaron, de nuevo, al hospital público. Me realizaron controles hormonales y vieron que los indicadores de cortisol estaban, también, muy alterados. Me detectaron, además, una masa sospechosa de neoplasia y consideraron que necesitaba que me intervinieran quirúrgicamente para vaciarme. Cuando lo hicieron, me informaron de que padecía un carcinoma suprarrenal funcional, hecho que indica que el mismo tumor segrega hormonas, y en relación con los ovarios vieron que, por suerte, estaba todo bien.
El cáncer que me diagnosticaron está catalogado como raro. Tiene muy poca incidencia a nivel poblacional y esto, aunque es injusto, conlleva que no se invierta en su investigación. No existen tratamientos para curarlo; solo hay una quimioterapia oral que no es garantía de nada. Recientemente, me han informado de que algunos pequeños nódulos que tenía en el pulmón han empezado a crecer y que se sospecha que sean malos; estoy a la espera de visitarme, de nuevo, con mi oncóloga.
Necesitamos inversión pública en investigación porque necesitamos tratamientos. Es crucial. Por lo contrario, nunca nos acercaremos a la posibilidad de curación. Es por lo presentado que me dirijo a los políticos del Senado: “El cáncer que padezco afecta al 0,02% de la población y está catalogado como raro. No tiene tratamiento y, por lo tanto, suele ir acompañado de un mal pronóstico. La apuesta por la investigación es crucial”.