Pregunta para Parlamento de Catalunya
Me llamo Victoria y estoy luchando contra un trastorno de la conducta alimentaria. ¿Para cuándo más campañas de concienciación en los colegios para trabajar la autoestima y así prevenir este tipo de trastornos?
Mi nombre es Victoria, soy de Castelldefels (Barcelona), tengo 17 años, y hoy me gustaría contaros mi historia. Cuando hacía 4º de Primaria, con tan solo nueve años, tuve el primer indicio de mi trastorno alimentario: la dismorfia corporal. Yo no tenía una percepción real de mi cuerpo, recuerdo tener una fijación en mis piernas, pero era muy pequeña y no pensé que fuera nada preocupante.
Más tarde, en 1º de la ESO empecé a tener ortorexia, que es básicamente la obsesión por comer siempre sano. Estaba siempre preocupada por lo que comía o lo que dejaba de comer, siempre quería que fuera todo saludable, y no pensaba alimentarme para mi salud mental, sino solamente para nutrirme. También entrenaba muchísimo, demasiado.
Todo esto fue evolucionando hasta 4º de la ESO, que hice un viaje con mi familia. Cogí estreñimiento y dejé de comer, ya que me sentía muy llena y no tenía hambre. Adelgacé bastante rápido en 18 días, y eso me gustó. Cuando volví aquí, me preocupaba que, si volvía a comer, volvería a engordar, no quería recuperar el peso perdido. Y así, sin darme cuenta, comenzó mi anorexia.
Siempre lo llevé en secreto porque además era invierno y la ropa ayudaba muchísimo. También me pintaba las uñas para que no se viera que se me habían puesto azules, y me hacía peinados bajos para que no se notara que se me estaba cayendo el pelo. Entonces empecé a desmayarme demasiado, dos o más veces al día, porque además soy arrítmica, así que se me solaparon estas dos enfermedades. Mi arritmia es de un tipo que hace que tenga asistolias, es decir, que a veces el corazón se para un rato, y llegué a un punto en que mi cuerpo estaba tan débil que mi cerebro no podía ni siquiera enviar señales para que el corazón volviese a latir.
A principios de este año, tuve un desmayo tan fuerte que me caí y me di un golpe en la cabeza. Cuando desperté, vi a mi hermana y a mi padre, y tardé un minuto en acordarme de ellos y de mis familiares. De todos modos, mi memoria estaba totalmente estancada, así que me llevaron al hospital, me hicieron un chequeo y me enviaron a casa para hacer un seguimiento a distancia, ya que justamente estaba empezando a haber COVID y no querían a gente en el hospital.
Al final conseguí recordarlo casi todo, menos estos últimos tres años. Yo no recordaba que tenía un trastorno alimenticio, pero sí notaba cosas extrañas: estaba más delgada, mis padres vigilaban mucho lo que comía o dejaba de comer, y además le había cogido asco a la comida. Me costaba mucho digerir, todo me sabía a hierro o arena, y no quería comer. Me dijeron que tenía que hacerlo, porque si no volvería con los desmayos y podría volver a perder la memoria, sería aún peor. De hecho, me quisieron ingresar, pero con la pandemia no fue posible.
Fue durante el confinamiento que empezó mi recuperación. Como estaba en casa, siempre tenía que comer en familia, no podía escaquearme, tampoco podía ir al baño a vomitar, así que aproveché ese momento para recuperarme de verdad y a la vez ayudar a otra gente mientras lo hacía. Aunque me costaba mucho ganar peso, progresé muchísimo a nivel mental, así que decidí contar mi historia a través de redes sociales.
Crearme una cuenta en Instagram y un canal en YouTube me sirvió para pedir disculpas a toda la gente que había conocido estos tres últimos años, que lo habían pasado mal porque no me acordaba de ellos. También fue una forma de meterme cierta presión, para querer mejorar y tener una motivación cada día. Hubo mucha difusión, recibí muchos comentarios y esto me ayudó todavía más, y empecé una recuperación real. Me empecé a dejar ayudar por los profesionales de psicología y psiquiatría, cuando yo siempre había sido muy escéptica, y me sirvió muchísimo. También recuperé un 15% de mi memoria.
Ahora estoy haciendo 2º de Bachillerato de forma presencial, y la verdad es que me está yendo muy bien. Cuando tuve la pérdida de memoria, estaba en el tercer trimestre de 1º, y por suerte ya tenía el curso aprobado. Aproveché todo ese tiempo y el confinamiento también para ponerme al día.
Es evidente que los trastornos de la conducta alimentaria no tienen una causa única, sino un conjunto de factores que influyen. Por mi parte, recuerdo que en el colegio nos daban muchas charlas de nutrición, de la importancia de comer sano y hacer deporte, inculcando una sociedad de dieta y clasificando las comidas como buenas o malas. Yo me obsesioné con seguirlo todo a rajatabla, y me perdí muchas cosas por esto.
Creo que, en lugar de hablar solo de nutrición, se debería hablar de psiconutrición, es decir, no solo considerar la parte de médica, sino también la mental, hacer una combinación. Nos enseñan a llevar una vida sana, pero no a trabajar la autoestima, a querernos, a diferenciar la comida para el cuerpo de la comida para el alma.
Es por esto que me quiero dirigir a los políticos del Parlament de Catalunya, ya que soy de Catalunya y son mis representantes en dicha cámara, para que se hagan más campañas en los colegios con el objetivo de enseñar a los niños y adolescentes a trabajar la autoestima, a llevar una vida sana tanto física como mentalmente, y así prevenir enfermedades mentales como el trastorno de la conducta alimentaria.
Por supuesto, no hay nada de malo en fomentar llevar una dieta sana, y sé que no hay ninguna mala intención detrás de todo eso, pero yo y muchas más hemos caído en esta “trampa”. Irónicamente, hablar tanto de tener una vida sana nos puede llevar a todo lo contrario, a caer en una enfermedad que puede dejar muchas secuelas.