Me llamo Yoly y vivo en Galicia. Me gusta el deporte y practicaba mucho CrossFit, me gustaba salir a correr, etc. Además, soy técnica de infantil de niños que tienen de 0 a 3 años, así que considero que soy una mujer activa. A principios del año 2021, empecé a padecer dolores. De entrada, lo dejé un poco de lado porque lo asociaba a la menstruación, a patologías intestinales comunes o a los efectos secundarios que generan las alteraciones en las tiroides. Aun así, en abril, al ver que los síntomas se acentuaban y que no cesaban, decidí contactar con mi médico. Además de los dolores agudos, se me había empezado a hinchar la barriga y no se me deshinchaba ni por la noche y cuando comía me llenaba enseguida.

Me practicaron una analítica de sangre y salió que tenía el potasio un poco alto, así que los profesionales sanitarios que me atendieron consideraron que me revisarían, de nuevo, a los 15 días. Yo seguía con dolores y con una hinchazón importante, así que después de este tiempo, me indicaron que el siguiente paso era realizar una analítica de heces, que salió sin alteraciones. Más tarde, descartaron, también, que se tratara de bacterias y el día 20 de mayo, llamé al médico porque me percaté de que tenía bultos por los lados de la barriga. Enseguida me hicieron un hueco para visitarme. Cuando me palparon yo ya experimentaba unos dolores severos y me derivaron a hacer una radiografía al día siguiente. Igualmente, el mismo día fui a urgencias en el hospital. Llegué a vomitar del dolor los días consiguientes. Con la radiografía, vieron pequeñas protuberancias por la zona y me indicaron que volviera al hospital si me seguía doliendo.

El día 27 de mayo volví a urgencias. El doctor que me visitó enseguida me mandó a hacerme un seguido de pruebas específicas; entre ellas, una ecografía que derivó a la necesidad de realizarme un TAC de urgencia. Entonces ya me vieron una masa grande y decidieron derivarme a ginecología a otro hospital. Una vez allí, me practicaron una analítica de marcadores tumorales y ya vieron que estaban disparados. Después de ingresarme para esperar los resultados de algunas pruebas, me mandaron a casa durante el fin de semana y el lunes siguiente ya me practicaron una laparoscopia para realizarme una biopsia que daría “nombre y apellidos” a la patología. Me diagnosticaron un cáncer de ovario en estadio IIIC con residuos en el peritoneo y en el bazo.

Con el diagnóstico volví a casa y el 23 de junio empecé con un tratamiento de quimioterapia que se compuso de seis ciclos. Una vez hechos, el 12 de enero de 2022 entré a quirófano. Durante la operación se presentaron algunas complicaciones que conllevaron que tuviera que someterme a una segunda intervención después de cinco días. Me recuperé bien, pero salí con una bolsa de ostomía temporal. En mayo me la retiraron y en estos momentos me someto a un tratamiento de anticuerpos monoclonales. Se trata de un tratamiento de mantenimiento que sirve para evitar que el cuerpo genere vasos sanguíneos que pudieran alimentar alguna célula maligna si la hubiera.

El proceso de enfermedad por el que he transitado me ha hecho plantear la necesidad que hay de que se establezcan controles periódicos ginecológicos completos mucho más recurrentes. Menos de un año antes de diagnosticarme, me había sometido a una revisión ginecológica completa y todo estaba bien. Una vez diagnosticada, el médico me explicó que el cáncer de ovario es rápido en relación con su expansión y además es muy agresivo. Lo peor es que no presenta síntomas muy evidentes hasta que se encuentra en estado avanzado. Este patrón es común en algunos cánceres ginecológicos y me lleva a plantear la siguiente cuestión: si existe la posibilidad de realizar una analítica de sangre que indica los marcadores tumorales, ¿por qué no se invierte a favor de realizarla a toda la población de manera periódica?, a lo mejor si a mí me la hubieran realizado de entrada una vez descartados aspectos como una afectación en el colon, gases o bacterias, no me hubieran diagnosticado el cáncer en un estadio tan avanzado.

También pienso que es importante trasladar a las instituciones la importancia de garantizar que todos los pacientes hospitalarios, sobre todo lo que padecen enfermedades largas como los pacientes oncológicos, tienen acceso regular a psicólogos y psiquiatras. En estos momentos, esto no es así; hay listas de espera y la atención que se proporciona no es tan constante como convendría. Este aspecto es otro de los que demuestra que la sanidad está colapsada. ¿Por qué no se refuerza el personal?, ¿por qué no se destina más dinero a la sanidad pública con el fin de reforzar, también, los recursos materiales de los que disponen los médicos?, ¿Por qué no se mejora la inversión que se destina a la investigación?

Es por todo lo presentado que me dirijo a los políticos del Parlamento de Galicia, ya que son quienes me representan: “¿por qué no se apuesta para que esta analítica se haga de manera periódica en pro del diagnóstico temprano?”.