Hola, me llamo Abel García y tengo 30 años. Escribo este texto en osoigo para dar visibilidad a una condición que sufren muchas personas y que habitualmente suele pasar desapercibida e incluso se considera desconocida para el grueso de la sociedad: la alta sensibilidad. No estoy diagnosticado como persona PAS (Persona Altamente Sensible), pero tengo las características comunes de una persona PAS. En mi caso me gustaría resaltar la importancia de disponer de ayuda terapéutica, ya que nos ubicaría mejor y nos ayudaría a entender y sobre todo a gestionar de una manera correcta esta condición.

Ser una persona PAS significa tener una sensibilidad más alta que la media. No todas las personas PAS son iguales, de hecho, a cada una le afectan los estímulos externos de una manera distinta. Quiero dejar claro que existe una gran diferencia entre las personas con alta sensibilidad y las personas que sufren depresión o trastorno bipolar, ya que son problemas de salud mental que a menudo se confunden.
Desde pequeño, he tenido claro que vivo los estímulos de una manera diferente al resto. Empatizo muchísimo con las personas y con las realidades sociales y eso, muchas veces, me crea desequilibrio emocional. La gente, habitualmente, piensa que todo esto es dado a mi solidaridad, pero, realmente, esto viene dado por la sobreexposición que sufro a las emociones por factores externos.
Hasta el día de hoy, nunca he ido a terapia, aunque me lo he planteado en varias ocasiones. Me gustaría reducir ese impacto emocional que sufro cuando pasa algo a mi alrededor. Por suerte, siempre he tenido un carácter que me ha ayudado a sobrellevar esta condición, aunque también soy consciente de que debería acudir a un profesional para tener las herramientas adecuadas para gestionar mis emociones. 
El día a día de una persona PAS es como el de otra persona. Hay días buenos y días malos, pero cuando hay situaciones que se escapan de nuestras manos u opiniones externas nos afectan mucho. Una de las principales consecuencias de esta condición es el estrés. Tenemos que estar todo el día con una barrera firme para evitar caer en la vulnerabilidad, pero cuando llegamos a casa es cuando dejamos caer esa protección y todo se nos viene encima.
Actualmente, en nuestra sociedad no se le da la suficiente importancia a la salud mental. No nos gusta escuchar los problemas de los demás y por eso nunca llegamos a empatizar con ellos. Tenemos que cuidar a las personas que tienen problemas de salud mental y, atendiendo a la condición de una persona PAS, considero imprescindible fortalecer la educación emocional desde la infancia. Si desde pequeños nos enseñaran las herramientas para saber gestionar y, sobre todo, saber entender nuestras emociones, todo sería más fácil una vez llegara la edad adulta. 
La forma de empezar a cambiar esto es dándole visibilidad a estas condiciones que son tan desconocidas para la mayoría de personas. También, es necesario invertir más recursos en mejorar el sistema público de salud mental, para que aquellas personas con problemas tengan a su disposición tratamientos y terapias oportunas. Y, por supuesto, como he dicho anteriormente, sería muy productivo enseñar desde la infancia el significado de nuestras emociones y cómo aprender a sobrellevarlas.