Me llamo Ainhoa y he sobrevivido a una leucemia linfoblástica aguda.

Hace 8 años, cuando tenía 10, empecé a notar mucho dolor en las articulaciones y a sufrir importantes episodios de fiebre. Los médicos no conseguían determinar de dónde venían estos síntomas y decidieron ingresarme en el hospital. Empezaron a realizarme analíticas, pero los resultados no arrojaban nada concluyente. En cambio, en la analítica número 15, observaron que padecía leucemia.

Me trasladaron al Hospital San Joan de Deu, en el que pasé prácticamente los dos años de tratamiento. La quimioterapia me dejó muy baja de defensas, en especial durante los primeros ciclos, y pasé por una pulmonía, una pancreatitis y varias paradas cardíacas. 

Por suerte, a los 13 años me pudieron dar el alta y sin necesidad de pasar por un trasplante. En cambio, los tratamientos me han dejado bastantes secuelas en la movilidad del tronco inferior, a pesar de haber pasado por varias operaciones de necrosis en las caderas, rodillas y pies.

Si bien no puedo quejarme de la atención recibida durante mi estancia en el hospital, considero que la ayuda psicológica prestada durante y después de tratamiento, ha sido muy escasa.

Por ello, con esta iniciativa pido al Parlament de Catalunya que destine más recursos a la investigación del cáncer y al apoyo psicológico de los pacientes, pues se trata de procesos dolorosos, de mucha incertidumbre y que conllevan muchos cambios vitales.