Pregunta para Congreso de los diputados
Las condiciones precarias e inestables en el personal de enfermería están afectando a nuestra salud mental: FIRMA para que nuestros derechos no sean vulnerados.
Me llamo Àlex Marieges, tengo 45 años y vivo en Barcelona. Ejerzo la enfermería desde hace 24 años. En mis inicios en la profesión trabajé en las áreas de medicina interna y cirugía. Desde hace 21 años desarrollo mi actividad profesional como enfermero de salud mental. He colaborado en las principales instituciones de salud mental de Cataluña. Soy enfermero especialista en salud mental por la vía excepcional.
Sin abandonar nunca el contacto con los usuarios de los servicios donde he trabajado, mi última etapa profesional, aproximadamente los últimos 12 años, la he dedicado a la gestión enfermera, por lo que la conozco de cerca: he sido supervisor en diferentes unidades de salud mental, y también he llegado a ejercer como director de enfermería. Actualmente ocupo un cargo de gestión como coordinador de enfermería en una institución que se dedica a la atención en salud mental comunitaria y combino esta parte gestora con otra asistencial muy importante.
Con todos los años de experiencia en el ámbito de la enfermería, puedo decir que el mundo ha cambiado en estas últimas décadas, pero la gestión enfermera no. Seguimos con una gran carencia de profesionales, vivimos del imprevisto, con plantillas inestables y contratos precarios que van de mes a mes e incluso de horas. Se ha normalizado que te contraten para un servicio y acabes en otro, que te llamen para que vengas a cubrir un turno porque alguien ha fallado, o porque se ha quedado un hueco descubierto, a sabiendas que el decir que no puede tener sus consecuencias: igual ya no te llaman más o te ponen en última posición en la bolsa de empleo. La gestión es la misma que cuando yo empecé hace 24 años. Seguimos viviendo de lo súbito, del imprevisto y eso en gran parte se debe a no tener unas relaciones contractuales más estables. La gran variabilidad profesional que sufren los equipos a diario acaba afectando también a los pacientes, el objeto final de nuestros cuidados, quienes a menudo adolecen de tener un mismo referente a quien dirigirse durante todo su proceso de salud.
Las especialidades enfermeras, salvo la de matrona, siguen sin implementarse en todas las Comunidades Autónomas y aún allí donde lo hacen, las necesidades de personal hacen que las bolsas de trabajo específicas no acaben siendo reales. Nuestra supuesta polivalencia acaba siendo nuestra fortaleza y nuestra debilidad, acabamos sirviendo para todo. Un día puedes estar en medicina interna, otro día en cardiología, después en cirugía, luego en traumatología e incluso, en el peor de los escenarios, puedes empezar el turno en un servicio y acabarlo en otro. Estas condiciones hacen que sea imposible que exista una conciliación familiar y personal y que la calidad de nuestros cuidados se vea afectada.
Todo esto repercute y atenta contra nuestra salud mental y empiezan a publicarse estudios que lo demuestran. Cada vez tiene más peso el síndrome de burnout en enfermería cuyos síntomas son los bajos niveles de realización personal en el trabajo, altos niveles de agotamiento emocional, ansiedad y de despersonalización. Existe una clara frustración de nuestras expectativas de crecimiento como comentan muchas enfermeras noveles, una brecha entre lo aprendido y lo que luego podemos aplicar en nuestro día, caótico muchas veces por lo comentado.
Durante la pandemia, una vez más, las enfermeras hemos sumado un plus de esfuerzo como no podía ser de otra manera como servidores públicos que somos y garantes junto a otros/as de la salud de la población: hemos doblado turnos, enlazado días y días sin descanso, arriesgado nuestra propia salud (y en ocasiones las de nuestras familias) en pro de proteger la de los demás. En definitiva, hemos hecho lo que se nos requería y lo que debíamos hacer, y no es este un alegato a la heroica, pero si es de justicia que a su vez nos preguntemos : ¿Dónde está el reconocimiento a esos esfuerzos? ¿Cuánta gente ha sido despedida cuando el COVID ha amainado? ¿Por qué no mejoran nuestras condiciones laborales si tan indispensables nos hemos demostrado? Todo ello ha hecho que seis de cada diez enfermeras y enfermeros reconocen que la pandemia ha empeorado su salud mental.
Nuestra “evolución” natural sigue siendo la misma que la de las primeras promociones de enfermeras (a quien tanto debemos por haber luchado por ser reconocidas como diplomadas universitarias) , o si me apuráis, peor: terminas la carrera con 22 años, y lo primero que asumes son las suplencias, de todo tipo, durante un largo periodo ya sea de mañana de tarde de noche, los fines de semana, en muchas ocasiones avisándote el mismo día sin poder decir que no porque si lo haces te bajan al último puesto en la bolsa pública de empleo. Tienes que dejar de lado y posponer tu vida personal. Después si tienes suerte puede que haya alguna vacante de interina o alguna plaza, que normalmente es de fines de semana y festivos. Luego normalmente pasas al turno de tarde, y finalmente cuando ya llevas unos 12 años estás en la mañana. En toda esta diáspora, habrás pospuesto planes, de pareja, de amistades, familiares, de vida (incluso quien lo haya deseado, la maternidad) siempre buscando no perder lo poco a poco ganado y claudicando ante un sistema cainita que no premia el esfuerzo ni la dedicación otorgada.
Por todo lo plasmado y porque no podemos seguir con la misma gestión enfermera, me dirijo a los políticos del Congreso de los Diputados para pedirles que:
- Que se ajusten los ratios enfermera-paciente de enfermería, en la actualidad tenemos los más bajos en toda la Unión Europea.
- Que sea de obligado cumplimiento que haya unas relaciones estables contractuales para que se respeten los derechos laborales del personal de enfermería. No podemos permitir que las enfermeras a un mes vista no sepan que días del mes siguiente va a tener que trabajar, o que los turnos los cambien en el mismo día. Hay que terminar con la precariedad laboral para construir plantillas estables con horarios estables. Hasta que esto no se cumpla, la conciliación familiar y personal es imposible y afecta a la salud mental de miles de profesionales que muestran día a día su compromiso con el cuidado de la población. Es exigible demandar que se cuide a quien cuida. Es necesario que exista un organismo que vele y garantice los derechos laborales de las profesionales de enfermería que son vulnerados a diario.
- Que se nos otorgue el grupo A1 en justa correspondencia a nuestra formación de grado.