Pregunta para Cortes Valencianas
Padecí cáncer de mama y he experimentado como es de perjudicial a nivel psicológico el tabú y el desconocimiento entorno la enfermedad. La inversión en investigación es crucial, y también lo es impulsar campañas informativas sobre el cáncer y su realidad.
Me llamo Ana y vivo en un pueblo de Castellón. Desde que tuve a mi primer hijo y teniendo en cuenta que mi madre había pasado por un cáncer de mama anteriormente, cuando tenía 29 años, decidí que me sometería a una revisión mamaria anual. Desde entonces, me han practicado una ecografía mamaria cada año. Cuando me tocaba explorarme en 2020, llegó la pandemia derivada del Covid-19 y quedó todo saturado. Era prácticamente imposible pedir citas. De entrada, mi revisión era en septiembre, pero aunque lo intenté, no conseguí que me vieran hasta enero de 2021.
Antes de acudir a la visita en cuestión, me percaté de que me había aparecido una estría en el pecho. Fue debido a este síntoma, que tuve la intuición que necesitaba que me lo miraran profesionales sanitarios. Fui a mi ginecólogo y aunque me palpó, consideró que no se trataba de nada preocupante. Aun así, yo no me quedé tranquila y pedí cita con un radiólogo directamente y, por casualidad, pudo atenderme rápidamente. Esta vez, me practicaron una ecografía mamaria y el profesional que me la hizo ya me anunció que se percibía alguna irregularidad. Igualmente, me indicó que tenía que realizarme una biopsia tanto de la mama como del ganglio centinela.
Yo soy maestra y me beneficio de un seguro privado en relación con los temas sanitarios, así que fue tarea mía buscar a todos los profesionales que necesitaba que me vieran. Insistiendo, conseguí que me realizaran la biopsia en el mismo sitio donde me habían hecho la ecografía después de una semana. Tuve que ir sola. Después de una semana, mi ginecóloga recibió los resultados. Me informó que padecía cáncer de mama y tuve que someterme a un seguido de pruebas protocolarias, entre ellas una resonancia donde vieron otra mancha. Como se encontraba cerca de donde estaba el tumor, me informaron de que también me lo quitarían.
El día de la operación fue muy duro. Al llegar me insertaron los llamados arpones, agujas que se clavan en la mama afectada con la función de marcadores tumorales; un proceso que además de doloroso da mucha impresión. A continuación, subí a la habitación y después de un rato me recogieron para bajar a quirófano. Al salir, me informaron de que, por suerte, no había afectación en el ganglio centinela. Una vez terminado este proceso, tuve que buscarme un oncólogo para que me tratara. Me sometí a un tratamiento de radioterapia que se compuso de 15 sesiones y en estos momentos, también por insistencia propia, me hacen revisiones rutinarias de control cada seis meses en el ginecólogo, donde me realizan una ecografía mamaria y cada año en el oncólogo, donde me realizan ecografía, mamografía y analítica.
Mi proceso de enfermedad ha sido muy duro de conllevar a nivel anímico. La pandemia supuso soledad en muchas ocasiones y hacer frente a una enfermedad de este calibre es muy difícil. Además, me he percatado de que la sociedad, en general, no está preparada para acompañar de una manera óptima a las personas que padecemos cáncer. Tanto si quieres contarlo como si no, muchas veces se relaciona en cáncer con la muerte y la gente que te rodea no sabe cómo debe tratarte. Considero que la falta de empatía es consecuencia del desconocimiento y del tabú que se ha generado alrededor de la enfermedad. En muchas ocasiones, solo hace falta compañía y que se respeten los tempos y las necesidades del paciente partiendo de la escucha.
Es por lo presentado, además de para incidir en la necesidad irrebatible de que se destine más dinero público en investigación, que me dirijo a los políticos de las Cortes Valencianas, ya que son quienes me representan: “La inversión en investigación es crucial, y también lo es el hecho de impulsar campañas informativas sobre el cáncer y su realidad”.