Sigue faltando mucha empatía para que las mujeres y niñas dejemos de ser acosadas. ¿Qué se está haciendo para sensibilizar sobre el acoso callejero, sobre todo entre niños y hombres?

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Me llamo Ana, vivo en Madrid y soy psicóloga especialista en terapia de pareja. Tengo un canal de YouTube donde comparto contenido sobre las relaciones interpersonales. Lo suelo hacer desde un enfoque más personal, compartiendo experiencias propias, porque creo que así el mensaje llega de forma más directa. Una vez compartí mi experiencia con el acoso callejero, una realidad que casi todas (si no todas) las mujeres hemos vivido en algún momento de nuestras vidas, en mayor o menor grado.

Las primeras veces que recuerdo haber sido acosada fueron con los trabajadores de la obra. Tendría unos 13 ò 14 años, y la verdad es que en aquel momento no era consciente de que aquello era acoso. Estaba en plena adolescencia y el hecho de que me llamaran “guapa” era algo positivo para mí.

Lo que sí que no soportaba desde el principio eran los comentarios subidos de tono y los sonidos con la boca, como si fuera un perro. Con los años y con otras experiencias que tuve tanto yo como amigas mías, fui hartándome y dándome cuenta de todo el acoso que sufrimos a diario.

Como muchas, he llegado a sufrir acoso físico, como tocamientos en el transporte público. Algunas veces he reaccionado respondiendo, otras he reaccionado yéndome sin decir nada y contándoselo a una amiga llorando.

Una experiencia que tuve más grave fue cuando estaba volviendo de fiesta con mis amigas y unos chicos nos siguieron hasta mi casa. Llegaron a entrar en el portal, la situación era cada vez más tensa. Cuando intentaron entrar en el ascensor, ahí sí que salté y los eché a empujones. Supongo que saqué la fuerza al estar con mis amigas y al ver que aquella situación realmente era peligrosa, pero nunca sabes cómo puedes reaccionar ante una situación así.

Para mí, sigue faltando mucha empatía, sobre todo entre la población masculina, para luchar contra el acoso callejero. Recuerdo una vez que conté algo que me había pasado en un grupo de WhatsApp y un amigo mío se rio. Además, puede que a día de hoy no haya tantos hombres lanzando “piropos” o llamando a mujeres y niñas como si fueran ganado. Pero sinceramente, no creo que sea por empatía, sino más bien porque no quieren meterse en líos, porque piensan: “ya no se les puede decir nada porque se ofenden”.

Creo que es muy difícil cambiar esta mentalidad a hombres que han tenido esta mentalidad y esta forma de actuar toda la vida. Solo campañas muy potentes e impactantes podrían llegar a calar a algunos y sensibilizar un poco más. En todo caso, creo que la clave está en la educación que fomente la inteligencia emocional, es decir, la empatía. Los niños deben aprender a respetar el espacio de cada persona, saber que hay ciertas conductas que pueden incomodar e intimidar. Medidas como estas podrían ir cambiando la situación a medida que van creciendo las nuevas generaciones.

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