Me llamo Andrea, vivo en Valencia y soy psicóloga sanitaria y formadora. Recientemente hemos visto como la demanda de asistencia en salud mental para adolescentes ha aumentado. Muchos lo han relacionado con la pandemia, pero no es así. Hablamos de una problemática que ya estaba presente. 

Gracias a mi trabajo he podido darme cuenta de dos factores que influyen de manera directa en estos casos: la escasa educación emocional y la no aceptación familiar para que los jóvenes acudan a un especialista en salud mental. 

La educación emocional es un tema tan importante como desconocido. Cuando un adolescente no recibe esta educación se siente limitado, no posee las habilidades suficientes para respetarse y cuidarse a sí mismo. 

Además, estas circunstancias se reflejarán durante el resto de su vida. Son muchos los pacientes adultos que acuden a consulta por problemas relacionados con esa falta de educación emocional durante su proceso de desarrollo. 

Nos encontramos ante el pez que se muerde la cola. En algunas ocasiones, cuando acudo a dar charlas a institutos, los propios docentes me piden formación. Un hecho normal, teniendo en cuenta que ellos no la han recibido antes. Debemos formar al profesorado para que estos dispongan de la información suficiente y puedan trasladársela a sus alumnos. 

Por otro lado, existe la problemática de las familias. A nivel clínico he conocido a madres y padres que no aceptan que su hijo acuda a un especialista en salud mental. Volvemos a lo mismo. Necesitamos educar emocionalmente a estos padres para que validen, acepten y entiendan esta necesidad. 

Por todo lo anteriormente expuesto, como ciudadana valenciana y psicóloga, me dirijo a las y los miembros de las Cortes Valencianas, para que tomen medidas al respecto y se fomente la educación emocional desde las aulas, implicando a todos los sectores: adolescentes, padres, madres y docentes.