Pregunta para Asamblea de Madrid

¿Por qué no hay un seguimiento de atención psicológica permanente para las víctimas de abuso en la sanidad pública?

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Anónima . Pregunta de Anónima .

Sufrí abusos sexuales desde muy pequeña y hasta los 9 años por parte de mi tío. Todos los fines de semana íbamos a comer a casa de mis abuelos, a veces nos quedábamos a dormir, otras veces echábamos la siesta y este hombre se acostaba conmigo. Vivíamos en Madrid y cuando mis padres se separaron, mi madre nos llevo a mi hermana y a mí a Sevilla, su ciudad natal, con ella.

En Sevilla tenía muchos primos, pasábamos mucho tiempo juntos en la calle y espabilé bastante con ellos. Me di cuenta de que “tener novio y tocarse no estaba bien” por lo que comentaban los niños que eran más mayores. Cuando mis padres se reconciliaron, volvimos a Madrid. Retomamos la costumbre familiar anterior, continuamos yendo los fines de semana a casa de mis abuelos, pero esta vez cuando ese hombre intentó tocarme, aunque yo no sabía muy bien lo que estaba ocurriendo, supe que estaba mal y le dije que no.

Los abusos sexuales pararon, pero el hombre seguía metiéndonos a mi hermana y a mí en la habitación, nos ponía música y nos decía que bailásemos. Él era monitor en un grupo de scouts y cuando yo ya era más mayor mis padres me metieron en ese grupo. El hombre me llevaba y traía en coche y me hacía comentarios como: “no tienes por qué parecerte a mi novia”, para hacerme creer que yo era menos que su novia.

Yo no se lo conté a mis padres por vergüenza, cuando volví de Sevilla sabía que lo que había pasado estaba mal y me sentía culpable, creía que me iban a regañar. Cuando estaba en la universidad, mi hermana, que tenía 15 años entonces, le contó al pediatra que mi tío había abusado sexualmente de ella cuando era pequeña. El pediatra siguió un protocolo de actuación, se lo contó a mis padres y ellos me preguntaron si a mí también me había pasado, yo les dije que si.

Fui a dos o tres sesiones de atención psicológica en la sanidad pública, y enseguida me dieron el alta. Mis padres hablaron con el resto de la familia, ya que tenía más primos pequeños, pero la respuesta fue de negación y rechazo. Hace al menos veinte años que no veo a esa parte de mi familia. 

Desde los 15 hasta los 24 tuve una relación, mi primer novio. Durante ese tiempo perdí a mis amigos, yo iba a la universidad y él no, no me dejaba juntarme con mis amigos de la universidad porque decía que eran unos pijos, pero tampoco me dejaba salir con sus amigos. Cuando le pille siéndome infiel fue bastante traumático, me empezó a ignorar, me quedé sola y en ese momento pensé que mi vida se acababa. Tuve una depresión enorme, debido a esa relación no tenía prácticamente amigos, estaba aislada e intente suicidarme varias veces, arrastrada por todo lo que había sufrido de niña y adolescente.

Me ingresaron en un psiquiátrico varios días. Cuando salí del psiquiatra en el que me habían ingresado por intento de suicidio nadie me hizo un seguimiento posterior. A todos los psicólogos y psiquiatras a los que he ido después han sido privados porque tengo la suerte de poder permitírmelos.

Al poco tiempo conocí al que sería el padre de mis hijas, era un hombre introvertido, trabajador, de una familia bien, y nos fuimos a vivir juntos enseguida, me quede embarazada y tuvimos a nuestra primera hija. Mientras estuve de baja por maternidad, aproveche para acabar mis estudios y un día volviendo de clase le pille en una página de citas. El era comercial, viajaba esa semana a Ávila y estaba buscando chicas en Ávila, me dijo que lo había hecho por aburrimiento, pero que no iba a quedar con nadie. Yo le creí y no volví a ver indicios de infidelidad.

Poco a poco, de forma muy sutil, me fue anulando. No te das cuenta de donde te estás metiendo porque es un proceso lento. Me hacía comentarios como que le planchaba mal las camisas o que no sabía colocar el lavavajillas. Yo me sentía fuerte y valiente porque le decía que entonces se planchase él sus cosas.

Cuando me iba a clases de baile los viernes con una amiga me decía que si le había dejado la cena hecha. Si le había hecho, por ejemplo, judías verdes, me preguntaba por el segundo plato. Siempre tenía que cocinar primer y segundo plato, preparar una ensalada y entrantes, y si después sobraba comida, me echaba la culpa por no “saber organizarme bien”. Para él la casa siempre estaba sucia y todo lo que yo hacía, ya fuese organizar un viaje o cocinar, lo hacía mal. Mi único propósito  entonces era  cocinar a su gusto y que todo estuviera impecable. 

Volví a caer en una depresión. Pensaba que era por la carga de trabajo, la casa, las niñas, y decidí ir al psicólogo. Yendo a terapia me di cuenta de que el problema era él. Pasaron los meses y le entró la paranoia de que me estaba acostando con el psicólogo, por lo que me empezó a controlar mucho más, llegando a mirarme el móvil y la cuenta de Facebook.

Llegó un momento en que mi vida se limitaba a trabajar, atender a mis hijas, porque él no se ocupaba de nada que tuviera que ver con las niñas, y me empecé a creer las cosas que él me decía, que la casa estaba desordenada porque me organizaba mal… Únicamente salía de casa para hacer la compra. Finalmente decidí divorciarme, cuando se lo dije su respuesta fue: “pues tendré que buscarme a otra persona”, y desde ese momento hasta que se fue de casa se dedicó a estar en aplicaciones para ligar.

Mi mayor preocupación ahora es saber manejar mis emociones y asegurarme de que mis hijas no pasen por lo mismo. Tienen 12 y 9 años y creo que son unas niñas muy felices, yo les hablo abiertamente de estos temas para que acudan a mí si les pasa algo como lo que me ocurrió a mí. El problema es cuando ellas se van a casa de los abuelos y ven el machismo y la violencia que hay ahí. Una vez, tras haber pasado 15 días con ellos, mi hija mayor me preguntó si tenía que llamar al 016 porque el abuelo estaba insultando a la abuela y casi le pega

Escribo este texto para pedirle a la Asamblea de Madrid que se realicen seguimientos psicológicos en víctimas de abuso. Para mí, vivir una situación así es como una enfermedad crónica, llevo tomando antidepresivos muchos años. Yo voy a terapia porque puedo permitírmelo y porque quiero curarme, pero si en su momento me hubiesen hecho un seguimiento y me hubiesen ayudado como es debido, tal vez mi vida habría sido distinta.

Está demostrado que las víctimas de abuso son más vulnerables y más propensas a relacionarse con personas manipuladoras. Además, existe una estigmatización preocupante sobre las enfermedades mentales y el maltrato psicológico está muy invisibilizado. Por eso creo que es necesario que desde la sanidad pública se lleve a cabo un seguimiento psicológico de por vida para las víctimas de cualquier abuso, porque insisto, se vuelve algo crónico.

 

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