Pregunta para Congreso de los diputados
Me llamo Arielle y soy una mujer trans. ¿Qué medidas se están tomando para facilitar el cambio de nombre en el Registro Civil a menores trans, así como para visibilizar y proteger a los niños y niñas trans?
Me llamo Arielle, soy de Puigcerdà (Girona), tengo 19 años, estudio Derecho y soy una mujer trans. Nací chico, con el nombre de Oriol, y desde pequeña me vestía con vestidos de mi madre y de mi abuela, siempre iba con niñas, y en general me recuerdo a mí misma como una niña feliz e inocente.
Esa inocencia fue perdiéndose a medida que los chicos de mi pueblo se metían conmigo, “maricón” era mi mote por excelencia. Ellos tenían 16 años y yo ocho, pero parece que eso no importaba. Los profesores del colegio tampoco intervinieron nunca, ignoraban el bullying que sufrí durante toda la primaria. En general creo que tuve una infancia feliz, pero también es verdad que no tuve más remedio que aprender a defenderme sola y construir mi propia coraza.
A los 13-14 años, me sentía muy perdida al no tener ni una protección, ni un acompañamiento, ni referentes con los que me pudiera sentir identificada. Yo sabía que era diferente, pero no sabía por qué. Fue entonces cuando empecé a encontrar mi camino: en clase de catalán leímos El método Grönholm, una obra de teatro de Jordi Galceran donde sale un personaje que quiere hacer el cambio de sexo para convertirse en la mujer que sentía que era.
Allí me di cuenta de que tenía dudas sobre mi género. No sabía si era chico o chica, pero pedí a mi familia y amigos que se refirieran a mí en femenino, aunque no lo tenía claro. Necesité dos años de reflexión para encontrarme a mí misma, y finalmente tomé una decisión: ya no era Oriol, sino Arielle. En aquel momento tenía 15 años, y a mi familia le costó asimilarlo, especialmente mi padre, que decía que era algo “antinatural”. Entiendo que les costara aceptarlo, no estaban preparados para eso.
En el instituto tampoco fue fácil, ya que tenía muchos problemas con el profesorado. No solo no me defendían cuando recibía bullying, sino que además me castigaban a mí por defenderme. Una vez me castigaron por ir al baño de chicas. En otra ocasión, la profesora me dijo que me quitara el pintalabios porque no era para chicos. Por suerte, siempre pude contar con el apoyo de mis amigas, que estuvieron a mi lado en todo momento, y gracias a ellas no me costó tanto pasar esos años.
A mis 16 años, decidí dar el paso y empecé a hormonarme. No fue una decisión fácil, ya que significaba un cambio muy determinante con consecuencias muy trascendentales, como por ejemplo no poder tener hijos biológicos. No fue para nada un proceso difícil, sino al contrario: fue la mejor decisión que podría haber tomado. Ahora me miro al espejo y veo la mujer que siempre he sido. También fue una manera de despertar a mi familia y amigos: no entendieron cómo me sentía hasta que no me crecieron los pechos.
Mi siguiente paso fue el de ir a cambiarme el nombre y sexo en el Registro Civil, pero no pude porque era menor de edad. Aunque mis padres estaban totalmente de acuerdo y tenía su consentimiento, había que pasar por una serie de juicios que hacían imposible llegar a tramitar el cambio, y en muy pocos casos se ha conseguido. Así pues, tuve que esperarme a cumplir la mayoría de edad para llamarme oficialmente Arielle.
Es por ello que me quiero dirigir a los miembros del Congreso de los Diputados para tomar medidas contra la discriminación hacia los niños y niñas trans, especialmente en el colegio, para que se visibilice y normalice este colectivo, así como facilitar el cambio de nombre y sexo en el Registro Civil para los menores de edad.
Estoy orgullosa de quién soy ahora, pero llegar hasta aquí ha sido un camino largo y difícil. Por eso quiero que las nuevas generaciones lo tengan más fácil, para que puedan disfrutar de una infancia libre y sin ningún tipo de discriminación.