UPyD es necesario, luego tiene futuro
Hola Rafa,
Si yo fuera creyente te diría que estamos “en manos de Dios”, pero como no lo soy prefiero la figura laica de que UPyD está en manos de los ciudadanos. De sus votos y apoyo dependemos, y de si hemos sabido o no ganarlo.
Atravesamos una crisis profunda. Enseguida voy a explicar cómo la veo pero, con respecto a tu pregunta directa, estamos trabajando intensamente porque creemos que es posible superarla. Y lo creemos muchos, si no habría sido imposible conseguir esas casi 9.500 personas dispuestas a ir en las listas de UPyD de mayo pese a las malas encuestas.
No es un camino de rosas
Cuando creamos UPyD no pensamos en ningún momento que hacer un partido nuevo sin apoyos financieros ni mediáticos fuera fácil y barato. Pero teníamos la confianza de hacer algo necesario que representaba a muchos carentes de representación política. Lo mismo pensaron algo más de 300.000 ciudadanos en marzo de 2008, y conseguimos llevar a Rosa al Congreso de los Diputados al primer intento. Algo extraordinariamente difícil con nuestro sistema electoral, como pueden atestiguar los promotores, no menos esforzados, de partidos respetables sin mucho éxito electoral, como Equo y Vox. O también Ciudadanos, el partido de moda que si consigue obtener representación parlamentaria nacional, ¡habrá tardado nada menos que nueve años en conseguirla!
Así que el inicio de UPyD fue bastante inusual, y lo posterior también: desde 2008 hasta 2015 nuestra historia electoral ha sido de un ascenso electoral continuo, descontados los baches nada inesperados de las elecciones autonómicas catalanas y gallegas. En todas las demás conseguimos o aumentamos la representación.
Nuestra influencia en el debate político también ha estado muy por encima de nuestro peso institucional. Por ejemplo, conseguimos introducir el debate sobre la Ley de Segunda Oportunidad en lugar de limitarla a la dación en pago, sobre la corrupción instituida -que todos los partidos negaban indignados en 2008 y 2011- y otros temas tabú. O asuntos más abstractos como la crisis del bipartidismo Y ganamos dos votaciones históricas del Congreso, por amplísima mayoría absoluta, contra los planes secesionistas de Artur Mas. No está nada mal para un pequeño partido de unos 10.000 miembros y poco más de 175 cargos públicos en su mejor momento.
Los peligros del éxito
Cada vez más ciudadanos nos veían con simpatía, según las encuestas que llegaron a atribuirnos una intención de voto entre el 10% y el 15%, mientras Rosa Díez era una y otra vez la líder política nacional más valorada. Y no por casualidad fue en esta cresta de la ola cuando comenzaron a emerger todos los problemas que nos han llevado a la crisis actual. Crisis que, por otra parte, puede que fuera muy necesaria para madurar nuestro modelo de partido.
Las buenas encuestas prácticamente aseguraban a los cabezas de lista de UPyD obtener cargos en cualquier institución a la que nos presentáramos este año. Un panorama irresistible para quienes vienen a la política para servirse de ella. Lamentablemente, hemos descubierto demasiado tarde que algunos de esos candidatos estaban en UPyD exclusivamente por las expectativas de auge electoral indefinido que debía llevarles a un cargo público.
Conviene recordar que los partidos, como cualquier empresa humana, tienen momentos de auge y descenso. Pero a finales de 2013, UPyD se había convertido para algunos en una cómoda escalera mecánica a la deseada poltrona. Y también en una molestia muy seria para otros. Hablemos de estos últimos.
Ganando enemigos
El principal “error” de UPyD no ha sido la comunicación política -un tópico muy de moda-, sino mostrarse inflexible en la lucha contra la corrupción y su cómplice necesario, una justicia politizada y sin medios. No es ningún secreto que los poderes económicos del que llamamos “capitalismo de amiguetes” estaban profundamente preocupados por el progreso de nuestras 26 querellas judiciales por el saqueo de las Cajas y otras estafas impunes, en particular la del caso Bankia, que condujo al descubrimiento de las famosas “tarjetas black” y hace poco a la (extraña) detención de Rato, durante muchos años uno de los personajes más poderosos e intocables de España. Pero hemos demostrado que nadie es intocable en un Estado de derecho, incluso si es deficiente.
En segundo lugar está el “problema catalán”. También hemos demostrado que UPyD no participará en ninguna extensión insostenible de privilegios fiscales ni blindaje de competencias como los que se proponen como antídoto temporal de la secesión querida por el nacionalismo catalán. Esta llamada “tercera vía”, patrocinada por los poderes económicos y con el apoyo de la mayoría de partidos, es casi antítesis de lo que proponemos, un Estado federal fuerte e igualitario. Por tanto, también sobramos para quienes planean constitucionalizar una especie de Confederación entre España y Cataluña, que convertiría la ciudadanía española en una ficción y al Estado en un ente marginal de futuro muy problemático, sin recursos económicos y sin poder territorial.
El bipartidismo en crisis genera su propio relevo
Finalmente, la crisis del bipartidismo que anunciamos los primeros también ha promovido la aparición de nuevos partidos que compiten directamente con UPyD, pero que han recibido un trato muy favorables de los grandes grupos de comunicación. Primero fue Podemos y luego la refundación Ciudadanos.
Podemos saltó a las TVs generalistas gracias al interés del PP en erosionar al debilitado PSOE (y a IU), pero la criatura tenía su propio atractivo para el prime time del espectáculo de actualidad, y pronto se les escapó de las manos. No hay manera de meter al genio en la lámpara una vez invocado para pedirle un favor, y pronto pasó lo mismo con Ciudadanos, promovido y lanzado fuera de Cataluña para recoger la sangría de votos que se iba dejando el PP por su corrupción y por la nefasta gestión de la crisis del Gobierno de Mariano Rajoy.
Me consta que en determinado momento el ascenso de Podemos aterrorizó a los poderes económicos que, temiendo el hundimiento del bipartidismo, pasaron a promover una “fuerza de centro” que pudiera sustituir al alicaído PSOE y apoyar al PP si quedaba en minoría. Esa fuerza debía estar formada por la suma o coalición de UPyD y Ciudadanos. Los grandes grupos de comunicación comenzaron a trabajar en ese sentido con indudable eficacia: pasamos de tener Pablo Iglesias hasta en la sopa a disfrutar de Albert Rivera a todas horas.
La presión que hemos soportado para unirnos a Ciudadanos, soslayando todas las diferencias políticas de todo tipo, es difícil de creer. Pero UPyD y Ciudadanos son, pese a las apariencias superficiales y como cada día se ve con más claridad, prácticamente incompatibles, como explicamos en un detallado informe deliberadamente ignorado por los medios.
Es evidente que nos equivocamos al aceptar reunirnos con Ciudadanos porque ya estaba decidido que, si rechazábamos esa unión -en realidad, una descarada OPA hostil-, la culpa iba a ser de UPyD. Este error, tan nuestro como la desafortunada lista electoral de las Elecciones Europeas, coincidió con otro error anterior: la confianza en que nuestro trabajo y hechos hablarían por sí mismos. Algo imposible en una comunicación política absolutamente entregada al cultivo de las percepciones y apariencias superficiales. En efecto, ¿a quién le importa el pobre trabajo de Ciutadans en el Parlamento catalán, comparado con el de UPyD en el vasco, la Asamblea de Madrid o el Congreso de los Diputados? A muy pocos, porque la acción política real apenas importa en comparación con las apariencias y las apariciones constantes y favorables en televisión. Televisiones vedadas, con pocas excepciones, a los portavoces de UPyD.
Destruir la reputación
Con estas reglas de juego, similares a boxear con las manos atadas a la espalda, ha sido mera cuestión de tiempo y perseverancia arrasar la reputación de UPyD mediante ataques personales a Rosa Díez -durante casi siete años la líder política mejor valorada en las encuestas- y agigantando problemas internos inseparables de las vida de cualquier partido, pero que en nuestro caso siempre se presentaban como apocalipsis magentas.
Por ejemplo, todo el mundo consideró muy natural que el PSOE relevara al portavoz en el Parlamento Europeo, pero cuando lo hizo UPyD (tras ser imposible que lo siguiera siendo Francisco Sosa Wagner por deslealtades políticas como votar a Juncker para presidir la Comisión Europea en contra del voto expreso anunciado por UPyD), la opinión publicada sentenció, con muy pocas excepciones, que era una atrocidad autoritaria. A falta de escándalos por casos de corrupción, fraude o incompetencia política, todos los ataques a UPyD han ido dirigidos al sedicente “personalismo autoritario” de Rosa Díez. Una maniobra destructiva de una reputación política que no tiene parangón desde la cacería contra Adolfo Suárez para que dimitiera como Presidente de Gobierno y de UCD. Si alguien cree que exagero basta con que visite las hemerotecas y compare.
Errores pasados y nuevas perspectivas
En resumidas cuentas, nos hemos equivocado en una porción de cosas importantes para un partido político, desde confiar demasiado en personas que no lo merecían (aunque en general era imposible saberlo de antemano y la mayoría de ellas fueron elegidas en elecciones primarias) hasta dar por sentado que nuestro trabajo en las instituciones no podía sino ser conocida y reconocido. Mientras pensábamos eso, se fue gestando un ataque en toda regla según las más antiguas normas de la poliorcética: una ciudad sitiada que se niega a rendirse acaba siendo vencida por la traición interior previamente contratada por los sitiadores, o por la colocación de atractivos Caballos de Troya antes sus puertas.
Estos errores no han compensado los aciertos de los que estamos legítimamente orgullosos. Mientras reaccionábamos mal ante estas amenazas, fuera por imprevisión, exceso de confianza -temo que demasiada, ay!- o por tener un modelo de partido demasiado vulnerable (mucho más, por ejemplo, que el teóricamente abierto de Podemos pero controlado rígidamente por una cúpula), nos convertíamos en la fuerza a batir por el bipartidismo, el nacionalismo y los partidos emergentes (no tan nuevos como se decía, especialmente en el caso de Ciudadanos, más viejo que UPyD). Añadamos la enemistad de los poderes económicos conservadores y los grupos de comunicación que estos dominan. Una mala posición, sin duda.
La pregunta es, pues, si estamos a tiempo de superar este profundo bache: creo que la respuesta es sí. Pero no va a ser fácil ni rápido. Para superarlo debemos abandonar la mentalidad cortoplacista y comprender que este trabajo es a medio plazo y no puede depender de un único resultado ni año electoral. También debemos renunciar a la autocomplacencia, y revisar qué hemos hecho mal para que haya sido tan sencillo instalar en nuestro interior una Quinta Columna no por torpe menos dañina. Sin duda hay que conseguir prácticas y hábitos de comunicación política más proactivos y positivos, porque el problema no es el periodismo, sino la propiedad de los medios, una dualidad de hecho con la que debemos trabajar.
Por otra parte, la evolución de la política española es volátil y puede cambiar con gran rapidez. UPyD debe y puede renovarse internamente, y en eso estamos. Es muy probable que de esta crisis salga un partido más pequeño pero también más unido y más político: la base para un nuevo despegue o, si hiciera falta, refundación de un proyecto político que sigue siendo necesario pero debe ser autónomo y mantener sus principios y objetivos fundacionales para no perder todo su sentido. La prueba indirecta de la necesidad de este proyecto radica, jocosamente, en la pasión con la que políticos de moda en alza nos plagian propuestas y lenguaje, aunque con superficialidad y ninguna sinceridad.
En cualquier caso seguimos trabajando para existir y perseverar sin desmayo hasta que la situación política sea favorable. Estamos en manos de los ciudadanos y solo de ellos depende, de sus votos y apoyo exigente, que UPyD siga siendo un actor relevante de la política española. Las crisis te hacen mejor y más fuerte si las superas.
Partekatu
Batu zaitez Osoigora